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Espíritus ocultos: En compañía del miedo

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

Improbable e imposible no son lo mismo; la primera se refiere a una falta de viabilidad, a que no haya suficientes razones de sustento que apunten a que una cosa sucederá, pero las posibilidades no son nulas. Por su parte imposibilidad se respalda en algo que es sumamente difícil que suceda, o más bien, que no hay ningún indicio de que suceda, ya que todos los medios que podrían dar pie a que lo haga, se han truncado, absolutamente.

La razón lógica para dar explicaciones a sucesos y procesos se basa en la probabilidad, no en la imposibilidad, porque la mente formula preguntas, busca respuestas, y construye escenarios posibles, porque cada acción tiene una reacción, toda causa un efecto y cada suceso tiene una explicación, incluso si parece que no es así.

La necesidad de encontrar los caminos no siempre evidentes es por lo que atraviesa la doctora Miranda Grey, protagonista de la película Espíritus ocultos: En compañía del miedo (EUA, 2003), escrita por Sebastian Gutierrez, dirigida por Mathieu Kassovitz y protagonizada por Halle Berry, Robert Downey Jr., Charles S. Dutton, John Carroll Lynch, Penélope Cruz y Bernard Hill.

Miranda es una psiquiatra en un centro penitenciario que un día despierta internada, acusada del asesinato de su esposo. No sólo no recuerda nada, sino que está convencida que el fantasma de una joven está intentando contactarse y que fue ella, al tomar control del cuerpo de Miranda, quien asesinó al hombre, que también trabajaba en la penitenciaría. Pete Graham, otro colega psiquiatra, duda que Miranda sea culpable, porque analizándola, no cubre el perfil, si bien en ‘los hechos’, la evidencia, aparentemente todo apunta a que es así, y entonces adjudica las aseveraciones de la doctora calificándolas como alucinaciones, como respuesta a un trastorno postraumático.

Incluso ella misma busca auto convencerse de lo mismo, que está somatizando el trauma; pero al no encontrar en ello respuestas lógicas a lo que le sucede, a lo que ve , siente, vive y experimenta, se ve obligada a buscar otras explicaciones, otras vías de comunicación, otras alternativas y una nueva perspectiva. En este caso, que el fantasma de la joven que se le presenta quizá pide algo de ella, justicia, o específicamente que la verdad de su muerte salga a la luz.

Como científica, la doctora siempre busca el camino más lógico, el más viable, tratar de recordar qué sucedió la noche del asesinato, pero éste no es el único hilo explicativo, o por lo menos los indicios la llevan a explorar la posibilidad de que realmente un espíritu en pena le intenta decir algo. Limitar su visión a explicar y entender siempre de la misma manera su mundo, puede encajonar su perspectiva y evitar que descubra otras posibilidades, o que vea más allá del evidente, del modelo predeterminado o predispuesto. ¿Cómo? Forzando respuestas, cuestionando la validez de las primeras deducciones. Por este proceso indagatorio Miranda se da cuenta que Chloe, una paciente a quien trataba en el centro penitenciario, que le contaba sobre historias de abuso físico y sexual que decía sucedían en la prisión y que Miranda, en su momento insistía eran producto de su imaginación (divagaciones satánicas, califica en su momento la doctora), o la forma como su mente lidiaba el hecho de haber matado a su padre, que abusaba de ella, ahora percibe que no eran en realidad historias inventadas, sino probablemente recuerdos de heridas realmente sufridas.

Razonando las piezas desde otro punto de vista, que es la lección importante que aborda la película, más allá del thriller y suspenso que le rodea, Miranda entiende que no todo es lo que parece y que a veces la explicación o la respuesta más básica no siempre es la correcta. Entonces comprende que haber sesgado su interés por agotar las posibilidades y apegarse a la lógica obvia o deducida por inercia, puede haber provocado que no se haya fijado en los detalles a su alrededor; específicamente, y más importante, las señales de que su esposo estaba implicado en una serie de casos de secuestro, abuso y asesinato de jóvenes, acto de violencia que llevaba a cabo junto con un cómplice y aprovechando la casa que supuestamente estaba remodelando. En el fondo la narración enuncia, aunque de manera encubierta, la vieja idea de que no se puede conocer realmente o completamente a nadie, pues el ser es capaz de ocultar intenciones, de aparentar para que ser percibido como se quiere ser reconocido.

Eventualmente, al dar un nuevo sentido a aquello que tiene enfrente, tras volver a visualizar las piezas y reorganizarlas de otra forma para que también tengan sentido, Miranda, en lugar de correr, huir o negar, acepta comunicarse y tomar acción. Así, la que creía una imposibilidad se transforma en probabilidad, una que merece y necesita ser explorada, escuchando, recolectando y analizando un indicio no siempre evidente.

“Sólo está escuchando con el cerebro. Su cerebro es el problema. No tiene idea de lo que se siente que no confíen en una”, le dice Chloe a Miranda en una de sus sesiones, antes de que la doctora sea internada. Esa es la clave, entiende Miranda después, que dar tanto énfasis a la explicación lógica, o aparentemente más lógica, a veces olvida el lado humano (en este caso tan vital) que hace que se haga todo por adecuar el problema a la explicación, cuando debería ser al revés. En otras palabras, el factor humano como parte importante dentro del proceso de raciocinio, porque en ocasiones es como si se forzara la respuesta que más convenza, por ser la más conveniente, en lugar de luchar por encontrar el factor de fondo, el de origen, que se esconde más allá de la superficie. Miranda creía que Chloe alucinaba una presencia en su celda como forma de entender y aceptar sus recuerdos: que mató a su padre, que abusaba sexualmente de ella, cuando en realidad Chloe no hacía más que denunciar una realidad presente de abuso que vivía en ese momento en la penitenciaría.

“No puedes confiar en alguien que cree que estás loca”, le insiste Chloe, y luego Miranda se lo repite también a Pete, cuando se le acusa a ella de asesinato. ¿Cómo podría haber confianza cuando la otra persona ya ha sacado sus conclusiones de antemano y está predispuesta a no ser recíproca en esa confianza? “Aunque digas la verdad, nadie te escuchará”, recalca Chloe, hablando con énfasis respecto a las internas a quienes la sociedad ha calificado y etiquetado sin mucho beneficio de la duda, a quienes además se les medica con drogas como forma de control y se les encasilla, muchas veces por inercia. Mientras más intentas explicar, más loca pareces, explica Chloe.

Si algo es tangible, es real, pero si es intangible, no forzosamente no es real, ¿cierto? Para Miranda esa es la prueba, el reto, la importancia de analizar todo agotando todas las posibilidades. “Cuando eliminas todo aquello que es imposible, lo que queda, por muy improbable que parezca, debe ser la verdad”, dijera Sherlock Holmes, el personaje ficticio creado por el escritor inglés Arthur Conan Doyle (1859–1930).

En un punto Miranda explica que cada persona crea su propia realidad, o la realidad en la que cree, pero que no todas estas son realidades objetivas, es decir, reales, tangibles. Pero que no sean tangibles no siempre significa que no tengan su grado de verdad. Sí, a veces la realidad es difusa, pero es entonces cuando es más importante buscar soluciones, caminos, respuestas y alternativas que puedan esclarecerla. Si los rumores tienen algo de cierto y los sueños pueden ser eco de la vida y experiencias del individuo, tal vez el fantasma (real o irreal, pueda explicarse o no su existencia), tiene algo, real, que decir, pues, razonándolo, simbólicamente debe tener algún sentido (que es finalmente la explicación científica de un hecho no científicamente comprobado: presencias paranormales). En síntesis, las percepciones de la doctora, su conocimiento de los sueños y angustias de sus pacientes, la pretensión de conocimiento absoluto de parte de su esposo, la desaparición previa de chicas jóvenes sin que la policía resolviera los casos, son todos elementos que pudieran estar almacenándose en el subconsciente de Miranda para, en su momento, tener la capacidad de establecer la comunicación con el “espíritu oculto”.

El análisis no puede basarse en lo impulsivo o lo emocional, sino en los hechos examinados objetivamente, insisten varios personajes. El problema es que a veces los hechos arrojan conclusiones que se deciden ignorar, o resultan en algo que desafía creencias y, por tanto, crea conflictos (por lo cual deberán comprobarse para refutarse o reafirmarse). En otras ocasiones, la evidencia es insuficiente para mostrar exitosamente todo el panorama, todo el contexto, toda la verdad. Agotar todo camino es entonces la razón más lógica del razonamiento, porque incluso desechar las ideas más extrañas, absurdas o improbables, es parte del proceso de análisis y búsqueda de respuestas, o la búsqueda por el conocimiento. Y sí, a veces el imposible, es efectivamente eso, la carencia de toda posibilidad, y previamente probabilidad.

Ficha técnica: Espíritus ocultos: En compañía del miedo - Gothika

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