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Match Point: La provocación

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

La suerte es una sucesión de hechos considerados fortuitos; una casualidad favorable o a favor de algo o alguien, o en contra cuando se habla de la ‘mala suerte’. Implica que la condición se desencadena, idealmente, en beneficio para la persona, hecho o acontecimientos que le interesan, pero ello mismo abre el debate sobre si la suerte existe por coincidencia, por circunstancias al azar, o si, al contrario, la suerte no es más que construir las condiciones que den como resultado el desenlace que se busca. Por un lado, el concepto puede apreciarse bajo ideas como el destino o la eventualidad, pero ¿la suerte se hace o se tiene? ¿Dónde queda la decisión, la acción y la certeza del ser, la causa y el efecto?

“El hombre que dijo: ‘Prefiero ser afortunado que bueno’, ve la vida a profundidad. La gente teme aceptar que gran parte de la vida depende de la suerte <<o mejor dicho, de las circunstancias y de la propia capacidad de reacción ante esas circunstancias>>. Da miedo pensar lo mucho que hay fuera de nuestro control”, comenta Chris Wilton, el personaje principal de la película Match Point: La provocación (Reino Unido-Estados Unidos-Luxemburgo, 2005), escrita y dirigida por Woody Allen, quien recibió una nominación al Oscar en la categoría de mejor guión adaptado.

Protagonizada por Jonathan Rhys Meyers, Scarlett Johansson, Emily Mortimer, Matthew Goode, Brian Cox y Penelope Wilton, la historia aborda la vida de Chris, un instructor de tenis en busca de una vida mejor, en que anhela la comodidad que otorga el poder económico, los lujos, los placeres mundanos, el dinero y la opulencia. Chris mide a las personas y el éxito por el capital que tienen y/o qué tanto pueden gastar, lo que permite darse otro tipo de libertades, según lo entiende Chris, y, por ende, relaciona con una vida ‘cómoda’, libre de preocupaciones, que es a lo que aspira y por lo cual está dispuesto a “hacer cualquier cosa”, a someterse a lo que le exigen, o a lo que las circunstancias lo obligan.

Su posición como instructor en un club exclusivo lo lleva a conocer a Tom, el hijo de una familia adinerada de Londres, cuya hermana Chloe se convierte en el camino más fácil para escalar de nivel socioeconómico. Para hacerlo Chris se apoya en estrategias de manipulación y engaño; sabe cuándo y cómo decir lo que los otros quieren oír, se presenta encantador o servil y se acopla a lo que los demás esperan de él, específicamente los padres de Chloe, que ven en él un potencial yerno al cual instruir como miembro productivo dentro de su propio círculo social; además, es capaz de guardar las apariencias, los secretos de los otros y los intereses propios, según convenga en una situación u otra.

“Trabajar duro es indispensable. Pero todos temen admitir qué tan importante es el papel de la suerte”, insiste Chris, quien sabe lo que quiere, maneja sus piezas en el tablero, se asegura de agradar a la familia de Chloe y complacerla a ella en todo lo que desea, para convertirse en el prospecto de esposo que ella busca, y su familia también, todo con tal de que su suerte, o el destino que se está forjando para sí, gire a su interés. Así pues, dice lo que le conviene y negocia lo que sabe que puede beneficiarle a futuro, con una personalidad cínica y banal que sabe esconder bien a los demás, pero nunca a sí mismo. Es, en corto, un vividor gandalla que trepa en la escala social, sin mirar a quién afecta y dispuesto a todo para lograr su objetivo. ¿Por qué? Por egocentrismo y narcicismo puro. Porque, incapaz de destacar en la profesión a la que aspira en principio (jugador profesional de tenis), se transforma en vulgar aventurero seductor para obtener beneficios de la mujer a quien enamora, sin realmente amarla. ¿Tiene entonces éxito porque sabe bien cómo ser y con quién, según le conviene, o tiene éxito porque, a pesar de ser como es, su ‘buena suerte’ le ayuda a salir bien librado incluso en el peor de los casos?

Si hay algo que Chris bien sabe, es lo que quiere y cómo conseguirlo. Si quiere dinero, reconocimiento, lujos y un buen apellido, pero no puede conseguirlos por mérito propio, sólo le queda un camino viable, hacerse de todo ello casándose con la persona que se lo proporcione. Chris encuentra en Tom una presa fácil, y una presa aún más fácil en Chloe, cuyos deseos son relativamente más simples para él de complacer: Chloe quiere una familia con hijos. ¿Pero son los deseos de Chloe más ‘simples’ que los suyos? ¿Son válidos, humildes, superficiales, clichés? ¿Están determinados por su estilo de vida y su posición socioeconómica? ¿Chloe no desea riquezas, como Chris, porque ha vivido en ella toda su vida? ¿Acaso Chris desea riquezas, sólo porque nunca las ha tenido? Chloe y Chris, incluso Tom o los padres de ambos, ven la felicidad, las aspiraciones, los deseos, los anhelos y los triunfos de diferente manera, porque han vivido realidades también muy diferentes.

En un espectro más cercano de vida al de Chris está Nola, novia de Tom cuando la conoce. Aspirante a actriz estadounidense, sin más profesión, futuro y nombre para sí misma que su apariencia física, los padres de Tom no la ven sino como una chica sin ningún potencial ni asertividad para su hijo, o su familia, o su apellido, y desean alejarla para que no se convierta en estorbo para el futuro que tienen pensado para su hijo. Nola lo sabe, lo entiende, asume que no la aceptarán por los prejuicios y la percepción social hacia ella y a la profesión en que desea destacar.

Pero los padres de Tom tampoco erran al cien por ciento en su crítica. Nola quizá es más señalada por sus fracasos profesionales y aspiraciones idealistas (una actriz sin trabajo que quiere ser famosa pero que ni siquiera puede conseguir una audición), que por ser quién es, incluyendo el hecho de ser extranjera y que no provenga de una familia bien posicionada socialmente. A su modo de ver, Nola no es más que una cazafortunas en la vida de Tom, mientras que Chris, que es exactamente lo mismo para Chloe, es más bien percibido como el ‘esposo ideal’ en quien apoyarse para forjar el legado. ¿Por qué la diferencia? No es porque uno sea ‘mejor’ que el otro, y no es por su género (si bien se palpa la cultura conservadora de la clase social, en la que la mujer es la ‘esposa’ y el hombre es el proveedor), sino porque Chris sabe esconder mucho mejor su verdadera naturaleza que Nola. Chris miente, aparenta, simula, seduce, Nola en cambio actúa con desenfado, se muestra inconforme, resentida, ansiosa, incapaz de superar sus miedos.

Quizá Nola podría ser juzgada diferente de ser una mujer exitosa en su profesión, de sobresalir en algo socialmente valorado por los padres, familiares y amigos de Tom, o de destacar más en algo específico dentro de la dinámica social, pero no. Incluso Tom mismo nunca la ve sino como una acompañante de quien se siente momentáneamente atraído. Y hasta Chris mismo la trata como tal, y ella lo permite, cuando ambos comienzan una relación. Él se acerca a ella no por quien Nola es, sino por quién quiere que sea: su amante.

Cuando la relación entre Chris y Nola inevitablemente sucede, la diferencia es que cada uno la asume de manera diferente, según el estado emocional y de vida en el que se encuentran. Chris no ve más que una atracción física, un deseo sexual que le complazca al momento, es decir, una relación para su beneficio mientras no sea más que eso, un secreto que no se interponga con la vida que sueña y que está a punto de alcanzar.

Nola, por el contrario, luego de haber roto su compromiso con Tom, regresa a su ciudad natal sintiéndose fracasada, para luego huir de nuevo a Londres para esconder un éxito que nunca encontró; para ella la relación con Chris es una especie de pequeño respiro o triunfo, el sentirse aceptada por alguien a quien ella reconoce como su similar y estima, a su manera, porque lo cree recíproco. Lo que Nola no entiende es que para Chris la relación no es tan significativa como para ella, porque ambos aspiran a cosas muy diferentes. Chris no ansía una vida en pareja, más bien quiere una vida cómoda, sin importar a quién tenga que aceptar que esté a su lado para conseguirlo.

Cuando Chris se debate sobre qué hacer respecto a su relación con Nola, de quien cree podría enamorarse de verdad, su argumento se sostiene en un dilema que dice mucho de quién es: elegir el amor o elegir la riqueza. Estar con Nola es estar con alguien con quien gusta compartir (o eso cree él), pero ello significaría dejar los trajes de diseñador, el auto de lujo con chofer integrado, un empleo en una oficina de una importante compañía, los fines de semana en la casa de campo de la familia, los viajes al extranjero y las cenas en mansiones de amigos. Elegir a Chloe es elegir todo aquello, que siempre quiso, sacrificando un enamoramiento que parece perfecto. Para Chris, el sacrificio vale la pena, porque su meta no es el enamoramiento, es la superficialidad de él. Sabe que con poder económico puede conseguir otras mujeres como Nola que satisfagan sus deseos.

Ni Chloe ni Nola eligen, no deciden en función de su interés personal, es Chris quien lo hace, quien las manipula, porque es él quien ha sabido decir las palabras adecuadas para que se le busque, se haga alguien indispensable en la vida de las otras. Juega a la víctima cuando necesita que otros hagan lo que él quiere, o empuja a la lástima de los demás para conseguir consideraciones extra hacia su persona. Así decidió casarse con Chloe, así decide asesinar a Nola. ¿Mata a Nola para reforzar su superioridad, su éxito o para liberar su culpa? ¿Son la avaricia, ambición y egoísmo de Chris, tan reprobables como los de Nola, o como los de Chloe y los de Tom, que también eligen y se guían bajo sus propios estándares sociales? ¿Y no lo descubren por mera casualidad, por una fortuna inexplicable, o porque el estatus económico de su nueva familia en la cúspide de la pirámide social desalienta a las autoridades a profundizar en la investigación?

Así que, ¿tiene Chris la suerte a su favor, o más bien traza bien su camino y engaña a quienes le rodean, en un plan bien pensado para sacar provecho de las debilidades, deseos, sueños y puntos frágiles de los demás? ¿Lo que sucede, es inevitable que suceda? ¿Es suerte, coincidencia, casualidad o sólo la vida misma? El destino no existe, todos construyen su propio futuro, lo lamentable es que en un mundo impregnado de prejuicios, la ausencia de principios morales facilite el éxito precisamente a quienes carecen de ellos. Y eso no es obra del azar, sino del sistema social en que se vive.

Ficha técnica: La provocación - Match Point

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