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El corazón de la piña

Vidas de sol

GABRIEL ACOSTA

La simpatía de Elena Piña se percibe desde que uno cruza las primeras palabras con ella. Viste una blusa roja y larga que asemeja una capa mística, la cual combina con un pantalón negro y unas botas industriales. A sus 26 años, luce una serenidad de alguien que no desea el control obsesivo sobre el mundo que la rodea; disfruta el camino que la vida le escogió. Es madre de dos hijos, esposa, emprendedora e independiente y sobre todas las cosas: es libre.

Descubriendo a Elena

Cuando Elena terminó su carrera en Ciencias de la Comunicación, decidió viajar a la ciudad de Xalapa, Veracruz, para estudiar una maestría y probar suerte en una tierra lejana a la Comarca. El viaje duró dos años, en los cuales conoció el mundo de la jabonería y donde afirma que se encontró a sí misma.

"Estando allá me encontré con un camino nuevo y diferente, con una cultura que se empapaba de hierbas y que siempre hacían baños de aromas. Me enamoré de esa parte de Xalapa. Fui a estudiar una maestría que no concluí. Iba a aprender algo y aprendí, por medio de la jabonería, otro estilo de vida que me hizo encontrarme con una Elena que yo no conocía”.

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En la capital veracruzana encontró empleo ejerciendo como comunicóloga, pero la idea de estar atrapada por horas en una oficina no cuadraba con el estilo de vida que Elena quería para sí. "Yo amo mi carrera pero ese trabajo no me llenó. No encontraba eso que te hace levantarte todas las mañanas y sonreír. Sentía que algo me faltaba. Soy mamá y me quebraba todo el tiempo de estar en una oficina mientras mis pequeñitos crecían”.

Despertar lagunero

Unas vacaciones en Torreón sirvieron para que Elena reconociera un cambio en la manera de pensar de los laguneros. Las personas volvían a salir a las calles y comenzaban a florecer los mercados independientes y alternativos, similares a los del sur del país.

"Aquí había un caminito que se estaba abriendo. Empecé en Moreleando y en Paseo Colón, donde me abrieron las puertas. El negocio arrancó bien pequeño,con una mesita de jabones, pero cada vez empezó a haber más demanda con mis clientas, hasta el punto en que me planteé abrir mi propio local".

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Los estudios de Elena como comunicóloga sirvieron para consolidar su negocio y aplicar los conceptos aprendidos en su tienda, en donde afirma ejercer su carrera de una manera distinta. Sus padres la apoyaron cuando llegó el cansancio de buscar una oportunidad en el mundo laboral y no encontrarla, a la vez que su voluntad de emprender se volvía más fuerte.

"Tener un negocio independiente es una chamba muy fuerte que muchos creen que es fácil. Fue lo más arriesgado y lo que más me hace feliz ahorita", dice Elena, quien recuerda haber ido a unas 15 entrevistas de trabajo antes de abrir su tienda.

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Mujer natural

El negocio de Elena está dedicado a la jabonería artesanal. Vende productos diseñados por ella misma, enfocados al cuidado de la belleza y salud de la piel, pero además imprime su ideología sobre la mujer. Rompe con los estereotipos de belleza impuestos por una sociedad que cada vez se torna más exigente.

Creo que una mujer con una piel saludable es una mujer hermosa. Los estereotipos de belleza cada vez te exigen más; yo apuesto a que te exijan menos”, explica orgullosa.

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La tienda también funciona como una vitrina para que otras mujeres ofrezcan sus productos, funcionando como una red que conecta emprendedoras. Todos los productos que se ofrecen son elaborados manualmente. Los jabones están compuestos de ingredientes naturales, sin ningún químico.

“Yo siempre he sido muy natural. Siempre he sido una mujer que le apuesta a lo natural, a lo orgánico. Quería hacer sentir a las mujeres más libres, de tóxicos y económicamente (porque los cosméticos representan un gasto fuerte). Una mujer es linda solamente con estar sana”.

Elena se considera feminista y apuesta a crear más oportunidades para las mujeres pero sobre todo a romper las barreras que aún existen en los trabajos sobre cómo deben lucir.

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“Yo hice un proyecto sobre la imagen de la mujer en La Laguna y qué difícil. Qué difícil es que en los medios de trabajo te establezcan cómo vestirte, cuánto pesar. Hice una entrevista en una estación de radio y me preguntaron cuánto pesaba y cuánto medía, porque buscaban una chica sexy. Tuve que vivirlo y llegar hasta ese límite para decir: ¿en qué nos estamos convirtiendo? En cualquier trabajo siempre hay estatus, hay modas en las empresas y era algo que no me gustaba”.

Diego y Pilar

Los primeros salones de clases que conoció Diego, hijo de siete años de Elena, fueron los de la universidad. Pese a las miradas raras de los estudiantes de la facultad, su madre nunca pensó en abandonar la carrera. “Sí quería ser mamá, pero también quería tener una profesión. Lo encaminé para que se pudieran las dos cosas”.

Los compañeros de clases de Elena la ayudaron a cuidar a Diego hasta que encontró una guardería, Mientras el pequeño iba a sus estancia infantil en las mañanas, su madre se preparaba académicamente en la facultad.

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Pilar, de dos años de edad, piensa que todas las imágenes de piña son el logotipo de la tienda de Elena. “Me da mucha risa, a ella le encanta”, cuenta desenfadada. “Cuando me toca venir a la tienda en mis tiempos de mamá me traigo a mis hijos. Van creciendo junto a mí en un proyecto que es de todos”.

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El ser madre le ha hecho ser más consciente de lo que un embarazo representa, tanto que promueve los babyblessings en su tienda. “Un babyblessing se le hace a la embarazada. Lo que hacemos es apapacharlas. Yo sé que cuando estamos embarazadas tenemos una ideología de quiénes somos. Nos vienen cosas a la mente. Todo lo que pasamos mental y físico es muy fuerte”.

La embarazada convoca a su círculo de mujeres más cercanas a ella a su babyblessing. Durante la reunión se expresa lo que piensan, le ofrecen bendiciones para su bebé, realizan manualidades y Elena termina pintándoles el vientre con algún diseño especial.

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“Yo quisiera que viviéramos en una sociedad más tranquila, sin tanta exigencia emocional que viviéramos más para nosotros. Creo que todos merecemos darnos un cariño”.

Talento local

Pese a que concibió el diseño de su tienda en otra ciudad, Elena decidió establecerse en La Laguna porque cree en el movimiento positivo de Torreón. “Los laguneros somos muy parlanchines y muy felices. Ahorita en La Laguna ya traemos todo el ambiente emprendedor, hay muchos mercaditos y mucha gente que es creadora”.

“Alguna vez leí que no hay cosa más bonita que ir al trabajo que tú escogiste, pero yo no lo escogí (su trabajo), yo lo inventé. Éste es el trabajo que yo creé y que todos los días me siento bien contenta de venir a hacerlo”.

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Elena rescata la tradición de la jabonería artesanal. (FOTOGRAFÍAS: MICHEL MORÁN)

Elena rescata la tradición de la jabonería artesanal. (FOTOGRAFÍAS: MICHEL MORÁN)

Los jabones que vende en su tienda son fabricados por ella misma. (MICHEL MORÁN)
Los jabones que vende en su tienda son fabricados por ella misma. (MICHEL MORÁN)

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