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El extravío opositor

Sobreaviso

RENÉ DELGADO

La oposición partidista pretende reconstituirse no a partir del acierto en su actuación, sino del error del adversario en su acción. Está extraviada y teme salir del laberinto.

Pese a la evidencia del cambio radical en los términos de hacer política, la oposición insiste en hacer lo de antes, lo de siempre, temerosa de explorar nuevos derroteros. Incapaz de salir de la zona de confort que es moverse en los salones, pasillos del poder y de los arreglos internos, no quiere gastar suela en otros espacios o verse a la intemperie. Su apuesta no es dar pasos firmes y acertados, sino apostarle al tropiezo del contrario o intentar tenderle zancadillas. Y, así, es inofensiva.

La práctica de oponer sin proponer, de resistir atrincherada en la crítica, el grito, el lamento o la negociación maniatada no le depara ningún porvenir a la fuerza, es un decir, opositora. En un par de años se verá si prevalece o sucumbe, pero -de seguir por donde va- su extinción no es improbable.

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Hace una semana se abordaba en este espacio cómo a Morena le provoca indigestión el ejercicio del poder, cierto, pero a la oposición le provoca agruras el no poder.

Las direcciones del Revolucionario Institucional y de Acción Nacional, encarnadas por Alejandro Moreno y Marko Cortés, están más ocupadas en sostenerse en el puesto que en concebir, guiar, articular y coordinar la actuación de los distintos polos de poder de su respectiva formación. Carecen de la aceptación del conjunto del partido que administran y, sin liderazgo, buscan conciliar los intereses internos a fin de figurar como dirigentes, aun cuando no lo sean. No hay línea en la actuación de esos partidos porque su respectiva dirigencia no puede trazarla y mucho menos tirarla.

Tal conducta limita su actuación y, en esa medida, sus decisiones tienen la firmeza y solidez de una gelatina.

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Ese afán de asegurar puestos, buscar arreglos hacia dentro y guardar las formas provoca que las coordinaciones parlamentarias de la oposición, particularmente en el Senado, no recaigan en quienes tienen mayor autoridad, representatividad, margen de maniobra y posibilidad.

Los coordinadores parlamentarios en el Senado se mueven con tiento y tibieza por dos razones. Unos porque saben que su pasado -su anterior actuación- los condena y, en cualquier momento, podrían ser exhibidos y, así, su margen de maniobra es en extremo reducido. Otros porque, simple y sencillamente, carecen de la experiencia y el liderazgo político necesario para encabezar a su grupo parlamentario y, por lo mismo, actúan sin ton ni son.

Unos y otros son producto de la negociación hacia el interior de su partido y no de la prestancia, pulcritud e inteligencia requerida para encarar al movimiento en el poder. Sobra decirlo, pero esa situación quizá mantiene los equilibrios hacia dentro de esos partidos, pero amplía el margen de maniobra de quien supuestamente quieren acotar.

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La falta de liderazgo en los partidos opositores y, por lo mismo, de la articulación para dar un solo frente, genera una actuación contradictoria de los polos de poder de un mismo partido opositor.

Un ejemplo. Los legisladores de la oposición critican a la Federación por pretender allegarse más recursos y, en el contraste, los gobernadores del mismo partido opositor, tan acostumbrados a disfrutar de la hamaca, critican la falta de recursos provenientes de la Federación. Ni por asomo, a unos y otros se les ocurre hacer suya la bandera de emprender la reforma hacendaria que el momento exige.

Esos polos de poder se conducen sin directriz, tropezándose con sus mismos pies y, en esa condición, abren distintos y muy navegables canales de negociación a quien dicen resistir.

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Tal es el miedo a ensayar o explorar otras formas de hacer política que, ante la falta de resultados de la que están acostumbrados a practicar, los partidos de oposición quieren suplir su incapacidad trasladando al Poder Judicial decisiones que ellos no pueden revertir.

Sin decirlo, la oposición quiere que la Corte haga aquello que ellos no pueden y, de insistir en esa vía, podrían terminar por colapsar a ese otro poder o someterlo a un desgaste innecesario. La oposición quiere que la Corte se convierta en el partido que ellos no pueden reconfigurar y conducir. Que allá hagan lo que no puedo.

Los ministros están obligados a cuidar de la Constitución, pero no a suplir a los partidos de oposición que no saben qué hacer. La oposición judicializa la política, aunque se queja de ello.

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La acción directa y comprometida fuera de los salones, pasillos y medios del poder ni por asomo se les ocurre a los partidos de oposición.

El activismo y el proselitismo del movimiento en el poder y, sobre todo, del jefe del Ejecutivo ha arrinconado a la oposición y a ésta le da miedo salir de su laberinto porque, estar a la intemperie, gastando suela y retomando contacto con la ciudadanía en temporada no electoral, no es lo suyo. Hace mucho abandonó ese otro espacio político y le aterra verse en la calle, siendo -vaya paradoja- que es donde está.

Busca la oposición qué causa ciudadana encabezar, pero es tal la distancia que tomaron frente a la ciudadanía que, al sumarse a ella, ésta la repudia. Años de regocijarse en los acuerdos cupulares y vivir de las prerrogativas los tienen hoy contra la pared.

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Pretender que el tiempo o el error del adversario será la garantía de su sobrevivencia o el premio a su incapacidad, quizá, les permita declararse satisfechos de permanecer a salvo en su propio laberinto, pero eso los presenta como una opción de no poder. Vaya oposición.

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