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MÉXICO ENTRE HISTORICIDAD Y HECHOS HISTÓRICOS

Estas fiestas patrias renuevan nuestra identidad nacional, pero más que fechas particulares, la patria se ha construido en la cotidianidad del trabajo durante largos procesos a través de verdaderos héroes anónimos durante siglos y siglos de esculpir la nación.

Las etapas formadoras de nuestra patria no se agotan en fechas determinadas: no se hizo México en el del acontecimiento inaugural de un Águila devorando una serpiente; o en el encuentro de dos culturas un 12 de octubre de 1492; tampoco en el acontecimiento guadalupano en diciembre de 1531 que fue mas bien el bautismo de una patria-niña, por la Niña del cielo, para ser cristianizada y unificada en un proceso catequístico constantemente renovado. El inicio de una lucha de independencia un 16 de septiembre de 1810, o de una revolución mexicana un 20 de noviembre cien años después, han sido sólo el comienzo, aún no terminado, de una construcción de independencia amenazada constantemente, y de una transformación presionada con fuerzas internas y externas que buscan mas bien deformarla.

Las etapas intermedias de cada uno de estos acontecimiento son las que han llenado a México de mexicanidad. El destino eterno, escrito por el dedo de Dios, como canta nuestro himno, se ha ido haciendo realidad palpable en la historicidad de cada poblador de estas tierras, que se integra a este proyecto trascendente, colaborando con el Artesano Divino que crea un polícromo mosaico, con la colorida paleta de diversidad de dones, virtudes y valores, que cada uno ofrenda para integrar una gran nación, para luego tener parte protagónica en el concierto mundial. ("no fecit taliter omni nationi" es decir, "no hizo cosa igual con otra nación", frase del salmo 147 dicha por Benedicto XIV refiriéndose a la imagen de la Virgen de Guadalupe).

Esta Patria modelada en el trabajo de muchos y de mucho tiempo, no como una cadena de montaje, sino en la artesana filigrana y en la dura faena, da majestad a lo mínimo, y perdura opuesta al declamador, al orador, al demagogo. Nívea, ígnea, Fina y fuerte. Todo lo que la Patria es y expresa en sus tradiciones que aún perduran, ha tomado espacio en el planeta como una obra de arte, que refleja el orbe de las pequeñas cosas, de los pequeños hechos, de los personajes que en su sencillez y simpleza son veta pródiga, cotidiano milagro, heroica entrega diaria. Este México de las muchachas de provincia que van a misa, de la orquesta dominical en el kiosco de la plaza tocando valses criollos, del dueño de la tienda de telas con apetencias o aspiraciones de cacique, de los pianos tocados por una solterona triste al atardecer, del picador en los cosos taurinos del municipio.

La Patria íntima, leve, cuya unidad castellana y morisca, rayada de azteca, con voz femenina de nacionalidad, no proclama la violencia sino que la desafía con el arma poderosa de la paz y la armonía, al salir a celebrarse como Patria, al vaciarse en las calles con la alegría de quien se sabe libre y reclama su libertad.

Esta Patria nace contra la lucha fratricida, contra el domino homicida de Caín, y esa Patria es leve, subjetiva, colorida, folklórica.

Hay en esta Patria de mirada mestiza que une la provincia y la Capital, el establo y el petróleo, el México antiguo y el México moderno, lo católico y lo pagano… Una Patria que pone la inmensidad en los corazones, de ferias y festividades de pequeños pueblos con su cohetería destellante, de calles límpidas como espejos.

La Patria es fiel a su espejo diario, alejada de la violencia de las horas y de héroes de ocasión con transformaciones milagrosas. La supremacía de la barbarie, que pulveriza o enloda todo, nos invita a pensar en lo profundo y descubrir la importancia de la historia diaria, del trabajo arduo, del valor hecho virtud por la reiterada heroicidad.

Ante la miseria que desplaza la pobreza, las caravanas del hambre que han levantado sus casas en las ciudad perdida que ha ido ciñendo -estrangulando- a nuestra Comarca y nuestro país hasta volverse el principal paisaje, ante la delincuencia que se ha vuelto penosamente cotidiana con crímenes de todo tipo, secuestros como vasta organización, y crecimiento a niveles insoportables de la deuda y desempleo… , no podemos dejar de pensar en la ardiente llamada a volver a ese México leve, modesto, el de los pequeños hechos y las cosas sencillas, el de la vida diaria, humilde en sus costumbres, que nos está llamando a una nacionalidad que desde hace mucho no escuchamos.

Ese México hecho por larga historicidad, y no sólo por hechos históricos aislados, es el íntimo y mejor refugio ante tanto terror y desamparo. No ya el México del oropel, de lo irracional, de lo tonto, de lo corrupto e inicuo sino el México trásfugo de lo trivial, de lo obvio; el gran país que descubre la importancia de la intimidad, del proceso, del fervor, de la virtud, de lo no mítico, de lo anónimo, de lo irreductible, de lo que no puede ser manchado por los que intentan destruirlo porque es etéreo, es íntimo, ingrávido, insustancial, disociado de lo álgido, de lo "no México". Afirma, a cambio, la humildad de las personas, de lo arcano y de las cosas. Renuente a prácticas deshumanizantes destructoras del país, perdura, opuesto a quien quiera exfoliarlo y llama a la conversión desde dentro a cada uno de sus hijos a sentirse parte de él, estar a la altura de esa Patria fina, fuerte, fiel, nívea, ígnea, eclíptica, virtuosa, cotidiana, histórica.

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