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Al Larguero

¿Y AHORA QUÉ?

Alejandro Tovar

En estos tiempos, donde el éxito se valora por encima de todo, aparece siempre la dictadura de lo sentimental, como una nueva forma de dignidad que busca realidades y palabras ciertas, que le den cauce al negocio de la ilusión, con fórmulas convincentes, porque muchas veces el progreso y la mejoría aparecen como parte del escándalo y conducen a hacer del manejo del miedo, un arte.

Santos Laguna encara una problemática que nadie puede ocultar y que el DT debe explicar compareciendo ante los medios para descubrir este halo de temporalidad, de caducidad de su trayectoria donde los fantasmas reaparecen al no contar con un plan B. Almada debe darse cuenta de que no puede encarar todos los partidos de igual manera y que las variantes le son urgentes.

No se trata de tener dos semanas con el impulso a las frases gastadas “debemos seguir trabajando para mejorar y erradicar errores”, pues en el esfuerzo de manejar las expectativas, se nota que no ha sabido plantear los dos últimos partidos adecuadamente. Dos derrotas y seis goles pero quedando además sin respuesta con una tropa confusa que perdió su memoria futbolística.

El joven Arteaga sufrió más que el Cíclope Polifemo enfrentando a Ulises y Chaka Rodríguez transitó por su sector con derecho de piso, como si le fuera exclusivo, sin que Almada modificara. Por ello extraña la declaración de su auxiliar Quintana, cuando dice que la goleada “no es la realidad, ni la diferencia” cuando todos vimos que no hubo más goles en el arco rosa porque Dios es grande.

Es ahora cuando debe aparecer en escena, aunque rehúye al protagonismo, el joven Aldo, encargado del tenderete local con el técnico responsable, pues la maquinaria precisa de ajustes, porque el discurso del líder se fortalece en el triunfo y se debilita en el fracaso. No se trata de buscar salidas esperanzadoras, sino de realidades donde haya aceptación, sin huir del problema.

Este futbol nuestro da para todo. Miguel Herrera vuelve a su temperamento incontrolable y como de costumbre culpa al entorno, sobre todo al arbitraje de su derrota, cuando nadie vio a Marco Antonio Ortíz ganarle un cabezazo al anestesiado Aguilera, que dio ventajas de todo tipo. No aceptar que fueron superados es faltarle al respeto a la inteligencia de un gran auditorio de tv.

Al hablar con la verdad, los hombres avanzan en su cultura de descubrimiento de sí mismos, contra la vieja costumbre de crear leyendas con la imaginación y la palabra. Y no se trata de revivir a Marcel Proust (18711922) con su obra “En busca del tiempo perdido” sino de reconocer que los personajes perversos tienen más encanto y personalidad, pues lo difícil es crear su propia historia.

Alejandro Tovar

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