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Líbano

Reformas anunciadas en el Líbano no apagan el calor de las protestas

Están orientadas a equilibrar las cuentas y a reducir el déficit

La situación continúa explosiva en el Líbano, a pesar de las reformas anunciadas el pasado lunes por el Gobierno. (ARCHIVO)

La situación continúa explosiva en el Líbano, a pesar de las reformas anunciadas el pasado lunes por el Gobierno. (ARCHIVO)

EFE

La situación continúa explosiva en el Líbano, a pesar de las reformas anunciadas el pasado lunes por el Gobierno del Líbano, una batería de reformas orientadas a equilibrar las cuentas y a reducir el déficit que no han convencido a los manifestantes.

“Por primera vez todas las comunidades religiosas juntaron sus manos, no sólo en Beirut sino también a través del país, reclamando verdaderas reformas y el cambio de las autoridades políticas”, dijo a Efe Hyam Mallat, profesor de Derecho Internacional de la Universidad San José de Beirut.

En su opinión, aunque las medidas anunciadas por el primer ministro, Saad Hariri, “son buenas en los planes político y administrativo", son "insuficientes para convencer a la población” que se mantiene en la calle desde el pasado jueves después de un fallido intento de tasar las llamadas por servicios de mensajería en internet.

El jefe de Gobierno anunció el lunes que habían aprobado el proyecto del presupuesto de 2020, con un déficit público de 0,63% del PIB, sin incluir nuevos impuestos.

Entre las otras medidas tomadas cabe citar la contribución de 5,100 millones de libras libanesas (3,400 millones de dólares) de la Asociación de Bancos y del Banco del Líbano para reducir la deuda pública, estimada en 86,000 millones de dólares, una de las más altas del mundo y que representa más de 150% del PIB.

También anunció una serie de medidas sociales y crear una autoridad sectorial para la electricidad y los sectores de telecomunicaciones, aviación civil y Bolsa de Beirut y reducir los salarios de presidentes, ministros y diputados, actuales y pasados.

“Se necesitan decisiones impactantes para convencer a la población de que se retire de la calle”, indicó Mallat.

Y estas medidas no lo han sido. Decepcionados por tantas promesas no cumplidas desde hace décadas, los manifestantes están decididos esta vez a obtener la caída de los dirigentes y elecciones parlamentarias anticipadas.

“Ante esta situación vamos a ver lo que va hacer el Gobierno. Hay que evitar el descontrol", agregó Mallat.

Por primera vez, las manifestaciones han tenido lugar en las regiones libanesas de mayoría chií y han criticado a sus líderes, Nabih Berri, jefe del Parlamento, y Hasan Nasralá, secretario general del Hizbulá.

Las manifestaciones han estado acompañadas por momentos por disturbios. Según los manifestantes, los vándalos son enviados por algunas autoridades para que cesen su movimiento.

“Lo grave es que esta situación se preveía, pero las autoridades políticas no disponen de soluciones concretas para atenuar y resolver los problemas: si ceden a las presiones populares la situación económica podría degradarse aún más y de lo contrario, se temen incidentes", afirmó.

Por su parte, el analista Michel Naufal, declaró a Efe que “lo que sucede ahora demuestra que hay un pueblo libanés y no un conglomerado de comunidades religiosas y esto constituye un hecho histórico ya que demuestra que el sistema interconfesional se derrumba”.

El Líbano está regido por un sistema confesional en que los principales cargos del Estado están repartidos entre las 18 comunidades religiosas reconocidas, que además controlan el estatuto de las personas.

“Ahora ponen en entredicho dicho sistema y las reivindicaciones de las personas son simples: una vida digna, cese del espolio, trabajo, infraestructuras y un gobierno y autoridades responsables que encuentren soluciones a sus problemas”, dijo.

Por ende, “exigen la dimisión de los responsables y el fin del sistema confesional que impidió al país funcionar. Se trata de una crisis del sistema que es necesario substituir”, añadió.

Uno de los editorialistas del periódico l’Orient-Le Jour, Michel Touma, escribió esta semana que “es fácil y simple hacer asumir el marasmo actual al sistema político en vigor desde hace más de un siglo, pero se debe más bien a las prácticas diarias del poder y a la conducta de algunos dirigentes y altos responsables”.

“Equivocarse sobre el diagnóstico equivaldría a sumergir el Líbano en nuevas tormentas más graves aún que el mal en el que se debate el país", señaló.

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