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Hemisferio fracturado

GABRIEL GUERRA

De punta a punta el hemisferio occidental enfrenta una serie de fracturas políticas, económicas y/o sociales generalizada. Las Américas, así tan bonito como suena el término, parecen hoy terreno minado.

En Canadá hace cuatro años Justin Trudeau surgía como el nuevo rostro de la política internacional: carismático, compasivo, bien parecido y con una propuesta centrista en lo fiscal y progresista en lo social. Igualdad de género en su gabinete; respeto y promoción de la diversidad; modernización económica; firmeza frente a Donald Trump.

Antier apenas y le alcanzó para obtener una victoria parcial en el Parlamento, lo que significa que gobernará desde la minoría. Resalta la división: el Oeste un bastión de los Conservadores, el Este de los Liberales de Trudeau, y en la zona francesa un resurgimiento nacionalista/independentista quebecois. Canadá partida en tres.

De Estados Unidos ya he escrito mucho, tanto acerca de la gestión de Donald Trump como del desorden interno de la oposición Demócrata, además del largo e improbable camino a la destitución, o impeachment, del presidente. Hoy la guerra ya es abierta entre Trump y sus opositores.

En México el encono entre el gobierno y sus críticos crece día con día, no obstante el presidente conserva buenos niveles de aprobación en encuestas. El combate al crimen organizado está tan politizado como hace diez o cinco años, con la oposición en turno haciendo mofa del gobierno en turno y las bandas chicas y grandes del narco aprovechándose de la confusión y gritería. Nadie parece darse cuenta de que los malos no son los contrincantes políticos ni los medios, sino la delincuencia, que acumula cada vez más poder financiero y de capacidad de combate y control territorial. (Mi punto de vista acerca del gravísimo caso de Culiacán lo encuentra con todo detalle y amplitud en mis redes sociales).

No me detengo demasiado en Centroamérica salvo para señalar lo obvio: con un par de honrosas excepciones la región entera sufre de la letal combinación de pobreza, falta de crecimiento, debilidad institucional y empoderamiento de las bandas criminales. Sume usted a eso la tiranía en Nicaragua y tiene el panorama completo.

Y llegamos a América del Sur, donde el gobierno de Ecuador quedó virtualmente defenestrado tras la fallida implementación de una serie de medidas de austeridad que literalmente le estallaron en la cara: tras días de disturbios y protestas por el aumento a los precios de combustibles el presidente Lenin Moreno tuvo que ceder en prácticamente todo. Quedó de manifiesto el abismo entre la mayoritariamente pobre población indígena y las clases medias y altas criollas o mestizas. Pero el gobierno accedió al dialogo con los manifestantes, con lo cual se evitó un desbordamiento social aún más violento.

No podía ser más dramático el contraste con Chile, el país más próspero de América Latina, visto por muchos como modelo por su estabilidad política y dinamismo económico. Un aumento a la tarifa del Metro desató las protestas más violentas en su etapa democrática y el derechista Sebastián Piñera respondió enviando al ejército a la calle a reprimir. Al declarar, rodeado por sus mandos militares, que el país enfrentaba una "guerra", revivió los peores recuerdos del golpe militar y dictadura pinochetista. El incendio social no se apagará pronto.

Se quedan en el tintero los casos de Bolivia, donde parece cocinarse un fraude electoral mayúsculo para favorecer la reelección de Evo Morales, y de Argentina, donde al desastre del kirchnerismo/peronismo sobrevino el desastre de Macri al cual todo parece indicar que sucederá el regreso de, sí, usted lo adivinó, el neo-kirchnerismo. De Venezuela hay poco que decir: la tiranía de Maduro continúa y los intentos de la oposición y de Washington por derribarlo no cuajan y al parecer no lo harán pronto.

Al final los abusos, ineptitudes y excesos no saben de conservadores, liberales, derechas, o izquierdas. La represión y la violencia terminan agravando e intensificando situaciones que de extremas pasan a ser dramáticas o, como en el caso chileno, trágicas.

Y una vez que la sangre llega al río, es imposible de contener.

Twitter: @gabrielguerrac

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Escrito en: editorial Gabriel Guerra Castellanos

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