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2019: el año que se acaba...

LAURA ITURBIDE GALINDO

A medida que nos acercamos al cierre de 2019 se va perfilando con mayor claridad el estancamiento de la economía nacional. Sin duda, no faltaron sobresaltos externos, que acabaron teniendo impacto en ésta, como la espera para la ratificación del Congreso de Estados Unidos del T-MEC, aún no concluida; la debilidad manufacturera internacional y la guerra comercial de Estados Unidos y China. Si bien mucha de la coyuntura actual obedece a una hechura interna, al punto que la mayoría de los pronósticos de crecimiento económico para este año se ubican en alrededor de 0.2 por ciento.

La cancelación de obras de infraestructura, el subejercicio del gasto público y la escalada de inseguridad han contribuido a poner al país en una situación complicada.

Incluso, la variable macroeconómica más dinámica y fundamental en la marcha de la economía, el consumo, se ha resentido. De acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geográfica (Inegi), este indicador resultó peor de lo esperado en agosto (última cifra disponible) mostrando un pobre desempeño, creciendo 0.1% a tasa real anualizada y cayendo 0.3% con relación a julio, después de no registrar crecimiento en ese mes, de acuerdo con cifras desestacionalizadas.

Así, incluso por la baja recaudación consecuente, ya para el tercer trimestre del año las autoridades hacendarias tuvieron que disponer de 150 mil millones de pesos del Fondo de Estabilización de Ingresos Presupuestarios (FEIP), lo que representa casi 60 por ciento del fondo de emergencia.

Con un crecimiento previsto de dos por ciento en el Paquete Económico para 2020, y rebasando cualquier escenario optimista para el próximo año, ahora de 1.3 por ciento y a la baja, es previsible que el FEIP tendrá que seguir utilizándose; el problema es que dicho fondo es finito.

Si la economía sigue sin reactivarse, las importantes recaudaciones del ISR e IVA serán menores aún en 2020, por lo que deja un cuestionamiento de dónde sacar recursos extraordinarios para estabilizar el gasto y hacer frente a las necesidades de financiamiento del país. Así, un escenario plausible es que éste acabe recortándose, cuando además está latente la presión de mayores recursos por pensiones.

Un crecimiento por debajo de uno por ciento de acuerdo con tendencias económicas sería razón suficiente para que las calificadoras redujeran la nota soberana, que incrementaría la razón deuda a Producto Interno Bruto. De acuerdo con el Centro de Investigación Económica y Presupuestaria, ésta puede llegar a 49 por ciento al final del sexenio, cuando actualmente es de 46 por ciento, lo que conduciría a una presión al alza en las tasas de interés en el mediano plazo.

La reactivación económica pasa por aumentar la inversión y ésta por recuperar las condiciones de confianza y certidumbre.

La premisa de finanzas públicas sanas, si bien es muy importante, no alcanza para garantizar la estabilidad macroeconómica, pero además nos conduce a una reforma hacendaria en donde se alberguen la simplificación fiscal y el aumento de la base de contribuyentes, de entrada, así como optimizar el gasto.

La innovación y el emprendimiento son claves para el avance de cualquier economía, de la mano del fortalecimiento de las instituciones y el Estado de derecho. La participación del sector privado en obras de infraestructura se hace vital para reactivar la actividad productiva y la inversión. Ojalá las condiciones se hagan propicias para ello y tengamos un mejor año en 2020.

Directora del Instituto de Desarrollo Empresarial Anáhuac en la Universidad Anáhuac México, campus Norte

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