Leyla ha aprendido a poner límites en su vida, a no olvidar que debe valorarse como personas y sobre todo a quererse a ella misma. (ARCHIVO)
Después de 10 años de matrimonio, las agresiones y ofensas llegaron a su vida de parte de su esposo, un ser amado para ella. Leyla es una joven ama de casa. Desde hace 10 años está casada y tiene dos hijos: uno de 9 y otro de 4 años de edad.
Relató que nunca había vivido un ambiente de violencia, ni en la casa de sus padres ni en su matrimonio. Sin embargo, los problemas económicos y de alcoholismo de su marido detonaron actos de violencia la noche del 1 de abril de 2019. Cuenta Leyla que sufrió agresiones por parte de su esposo debido a que él comenzó a beber cada vez más y había falta de dinero. Las condiciones provocaron que fuera agresivo y violento con ella.
Acudió a presentar la denuncia y solicitar una orden de restricción contra su cónyuge. Recibió ayuda y terapias para enfrentar esta situación de violencia doméstica. Junto a sus padres, acudió al Ministerio Público y a la Cruz Roja para que le curaran las lesiones, así como para tener pruebas de las agresiones.
"Estuve cerca de 10 a 15 días con una gran depresión, por lo que acepté a recibir ayuda", lamenta.
Este hecho tuvo consecuencias en su familia, ya que sus niños se vieron afectados y comenzaron a comportarse de manera rebelde. El primer camino que tomó fue acudir a la iglesia para encontrar un apoyo espiritual.
TODO CAMBIÓ
Leyla mencionó que a partir de este hecho su vida cambió totalmente ya que anteriormente era muy celosa e insegura. Tenía estudios de preparatoria, pero ya no continuó al tener a su primer hijo.
Ahora, ante esta realidad, tiene deseos de estudiar y aprender computación e inglés. Quiere que su vida cambie por completo. Sobre todo confiesa que gracias a las terapias sabe que es una persona que vale y que ya no permitirá que nadie le falte al respeto, aunque sea su esposo, hijos o cualquier otra persona. Comentó que las agresiones que sufrió por parte de su esposo la pusieron en dos caminos: aguantar o separarse.
Dijo que aunque fue un solo hecho de violencia, supo reaccionar y denunciarlo ante la autoridad. Sin embargo, después de un mes de separación con su esposo, éste se enfermo del páncreas y fue operado.
Leyla decidió darle una segunda y última oportunidad, por lo que regresó con él. Su esposo aceptó a recibir terapias para evitar actos de violencia.
Dice que cuando alguno de los dos se molesta, optan mejor por evadir la discusión y se retiran para evitar cualquier tipo de agresión.
Compartió su experiencia para quienes se encuentren en una situación similar, sobre todo señala que gracias al apoyo de sus papás y familiares ha logrado enfrentar esta situación de violencia. Aprendió a no tener miedo y afrontar las cosas como son y tomar la mejor decisión para sus hijos y para ella misma. Aconsejó a las mujeres que han pasado una situación similar a acercarse a los centros de apoyo y dejar de lado los prejuicios de la gente. "Hoy he aprendido a poner límites y a no olvidar que debemos valorarnos como personas, sobre todo a querernos a nosotras mismas".