Quien esto escribe tuvo la oportunidad de estar en reuniones donde Genaro García Luna era el personaje central. Una se realizó en un entonces centro de operaciones de la Policía Federal en la Ciudad de México, donde despacha el entonces poderoso secretario y uno más en Puerto Vallarta, donde a propósito de una reunión entre editores de diarios líderes de distintas partes del país, el hoy arrestado exfuncionario de Felipe Calderón se trasladó para intentar transmitir la agenda mediática de seguridad que el Gobierno al que le pertenecía había decido pautar.
En ambas reuniones, García Luna mostró siempre un rostro adusto, particularmente en la reunión de Puerto Vallarta, incluso me pareció, si no arrogante, sí avasallador; claro, él sabía que tenía todo el poder simplemente porque el presidente se lo daba.
Por supuesto fueron apreciaciones personales que quedaron ahí. Al terminar el sexenio de Calderón, Genaro García Luna se fue de México y durante la administración de Enrique Peña Nieto poco se habló de él. Incluso, tampoco sonó mucho en el primer año de Andrés Manuel López Obrador, hasta que el martes pasado quien fuera el hombre fuerte en la estúpida estrategia contra el crimen organizado del calderonismo fue detenido en Dallas, Texas acusado de haber conspirado para introducir droga a los Estados Unidos y de haberle mentido al servicio de inmigración de ese país al haber solicitado la ciudadanía norteamericana.
El otrora superpolicía entró en el radar de la justicia norteamericana cuando en las audiencias para presentar testimonios en el juicio que los Estados Unidos le llevó a Joaquín "El Chapo" Guzmán en Brooklyn, Nueva York. Un testigo conocido como "El Rey" Zambada, hermano del famoso capo Ismael "El Mayo" Zambada, líder junto con El Chapo del temible y poderoso Cártel de Sinaloa, declaró que él personalmente le había entregado maletines con tres y cinco millones de dólares en efectivo a cambio, claro, de brindar protección a la organización que comanda su hermano.
Con esos indicios, los fiscales del vecino país pudieron obtener una orden de captura y en estos momentos se están corriendo los plazos para que se cumplan los requisitos de ley para llevar a Genaro a enfrentar la misma corte que acaba de condenar al Chapo Guzmán a cadena perpetua.
Por supuesto que en caso de que el caso construido por las autoridades de los Estados Unidos confirmara uno de los mayores errores cometidos en la historia moderna de México: el haberle entregado todo el poder en materia de seguridad pública a un hombre que se habría corrompido justo frente a quienes tendría que combatir, este sería más que un ilícito.
Vaya, el sexenio en el que se centró como estrategia fundamental la lucha contra las mafias asesinas del país, que el primer arquitecto de la misma resultase condenado de haberle servido al narco, constituye más que un delito, una traición a la patria.
Pero el asunto todavía da para más. Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, expresidente de México y único responsable del poder que llegó a detentar el ingeniero García Luna, hoy piensa que con un tuit o una carta pública donde se limita a decir que él tenía total desconocimiento de los cargos que se le están imputando a su excolaborador, y que en todo caso él está a favor de la ley, no lo eximirá en caso del daño que le pudo haber infringido a México y a una generación entera de mexicanos.
Mucho se le ha criticado a Calderón por su fallida estrategia de guerra contra el crimen organizado, que por supuesto es cuestionable, pero si es verdad que Genaro García Luna sirvió al Cártel, sencillamente la soberbia y terquedad del expresidente fue tal que decenas de miles de mexicanos fueron asesinados por ese motivo.
Habrá que verse el final del juicio y solo hasta entonces se comprobaría esta tesis. Ojalá que no sea así.
