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Los efectos del misil García Luna

En tres patadas

DIEGO PETERSEN

Todavía no zarpa el barco y ya recibió un misil por debajo de la línea de flotación. Cuando el partido de los Calderón, México Libre, está a punto de lograr las asambleas necesarias para convertirse en obtener el registro recibe un golpe letal: la detención de García Luna no solo pone en duda hasta dónde sabía Felipe Calderón, sino cuál será su oferta en materia de seguridad después de semejante fracaso.

Cualquiera de las dos posibles respuestas a la primera pregunta es letal para el expresidente. Si no conocía las actividades de García Luna, sus arreglos y sus corruptelas estamos frente a un personaje que vivió engañado y engañándonos con una estrategia que él nunca controló. Si la respuesta es sí, la cosa es mucho peor, pues implica que la estrategia de seguridad calderonista fue solo una farsa, una simulación para favorecer a un solo cartel, una guerra que buscaba administrar la violencia para seguir con la misma corrupción de siempre. Es muy probable que la respuesta esté en medio, que el presidente nunca haya tenido control completo y que haya tomado decisiones pragmáticas que iban en contra de su propia política.

Ningún presidente, ni siquiera el poderosísimo López Obrador o antes Carlos Salinas, tiene ni puede tener control, ya no digamos absoluto sino suficiente, en este tema porque, y este es el verdadero mal, el crimen organizado está enraizado en las instituciones del Estado mexicano, llámese fuerzas armadas, policía federal, poder judicial, fiscalía, etcétera.

De hecho, se sabe que Calderón desconfiaba de todos sus colaboradores en materia de seguridad y tenía la costumbre de confrontarlos permanentemente, lo que aparentemente tampoco sirvió de mucho. El resultado del misil García Luna es que la ya de por sí cuestionada política de seguridad implementada por Calderón quedó desnuda y la oferta electoral de su partido, desbaratada.

El Gobierno de López Obrador va a festejar, con toda razón, la derrota definitiva del modelo calderonista de seguridad. El riego es que se queden en la retórica del "se los dije" y "la derrota moral de la oposición" y no vean que la política de seguridad que está implementando el actual Gobierno nos está llevando al mismo derrotero. Para decir qué estuvo mal nos basta y sobra la campaña, pero que un año después no exista una política clara, sistemática y coherente en materia de seguridad es muy preocupante. La Guardia Nacional y el la aniquilación por decreto de la corrupción no bastan. Primero porque las corrupción de nuestras instituciones va más allá de cualquier voluntad presidencial; es un cáncer que está en la médula. Segundo porque si a la Guardia Nacional no se le da este año un impulso definitivo hacia la institucionalización corre el riesgo de corromperse como lo han hecho todas las que anteriormente se encargaron de combatir el crimen organizado y terminaron asimilándose.

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