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Qué mundo nos espera

JORGE ALVAREZ FUENTES

Quiero analizar y escribir en estas horas aciagas del mundo, en medio de los grandes esfuerzos para enfrentar la pandemia y contener la propagación del coronavirus, ante el cierre de actividades y el aislamiento social al que nos hemos visto forzados, inmersos y desconcertados ante la incertidumbre de cuáles podrán ser los desenlaces de la crisis global, de los alcances del desastre económico en curso. Los ríos de tinta, el sinfín de opiniones y comentarios, la proliferación de mensajes de texto, las noticias que repiten y amplían los programas de radio y televisión, las innumerables imágenes y videos, el auténtico pandemónium de noticias falsas en las redes sociales, podrían terminar por hacer que miles de millones de personas, hiper informadas o ignorantes, acaben por no comprender o desconocer que el mundo en su conjunto, incluidas las circunstancias individuales y colectivas de cada uno de sus habitantes, no volverán a ser como antes. No será sólo cuestión de algunas semanas o meses para que la cotidianidad vuelva a su cauce, a una normalidad reconocible, similar a la experiencia después de otras crisis pasadas, una vez transcurrida la emergencia sanitaria y contenido el virus.

Considero que hemos llegado a una situación límite, a un punto de inflexión en la historia de la humanidad, respecto de la sustentabilidad del planeta. El mundo ha hecho crisis, nuevamente, pero se trata de una crisis global notoriamente distinta de las anteriores. Por lo que ahora, precisamente ahora, no hay tiempo que perder ya que urge replantearnos el mundo de arriba abajo y, sobre todo, de abajo a arriba, sin dejar a nadie fuera, si hemos de poner todos nuestros empeños en trazar de manera colectiva, solidaria e incluyente, con todas las vastas capacidades y posibilidades humanas existentes, otro presente y otro futuro, distintos de los que pensábamos y dábamos por sentado hasta hace pocas semanas. Creo que sólo así se podrá lograr, a un tiempo, entender y atender la conmoción epidémica, salir de la recesión económica y salvaguardar al planeta de la catástrofe climática. Estamos todos abordo en éste, nuestro único barco y hay que salvarlo. Las reflexiones que hagamos, las decisiones que adoptemos, las acciones que individuos, gobiernos, empresas y organizaciones emprendan en los siguientes días y semanas, de manera acertada o errónea, concertada o impuesta, definirán la capacidad para superar las formidables dificultades presentes, a fin de lograr que haya un progreso humano distinto, un rumbo diferente para las jóvenes generaciones en las próximas décadas.

Sobrevendrán cambios profundos en el balance de poder, en medio del prolongado desorden internacional. Las confrontaciones geopolíticas seguirán en ascenso, los conflictos y amenazas se agudizarán, no estando asegurada, ni por asomo, la paz global. La presente crisis global transformará para siempre el precario orden mundial del siglo XXI. Quizás aún sea posible corregir, parcialmente, la globalización y lograr que los beneficios de una economía mundial integrada sean efectivamente compartidos, de manera más justa, más humana, por la mayoría de los hombres y de las mujeres, niños, jóvenes, adultos y viejos, de todas las naciones y regiones. Va a ser necesaria una inédita colaboración global, si 4 de cada 5 personas, (el 81%) de los 3 mil 300 millones que conforman la fuerza laboral en el mundo ven afectadas sus condiciones de empleo por los cierres totales y parciales de sus lugares de trabajo, y si se llegan a perder 195 millones de plazas de tiempo completo, como según estima la OIT. Puede haber un grave retroceso de entre 10 y 30 años en la lucha contra la pobreza, en las regiones más atrasadas, si más de la mitad de la población mundial, como consecuencia de la crisis, cae por debajo del umbral de pobreza. Ello hará necesaria y urgente la ayuda financiera directa a las personas afectadas, así como la cancelación, al menos este año, de los pagos de la deuda de los países más pobres. El FMI tendrá que aumentar en un monto superior al billón de dólares los derechos especiales de giro para ayudarlos. Es evidente la urgente necesidad de que se adopten medidas fiscales, monetarias y comerciales y que estén mejor coordinadas. Habrá, además, un desplome inevitable del comercio internacional y de la producción debido a la perturbación de la actividad económica y las afectaciones de la vida cotidiana por la pandemia, lo que tendrá consecuencias dolorosas para los hogares y las empresas. Asimismo, serán tiempos que van a reclamar que las regulaciones internacionales sobre el lavado de dinero, el financiamiento a las actividades criminales y el terrorismo, se refuercen y no se relajen ante la previsible movilidad del dinero sucio durante la crisis. La conectividad aérea y el turismo mundial atraviesan ya por una crisis colosal. La IATA ha sonado la alarma, anticipando que, si no hay pronto un rescate financiero, para finales de junio la mitad de las aerolíneas del mundo habrán desparecido, luego de perder más de 250 mil millones de dólares, con consecuencias funestas para los sectores de turismo, aeroespacial y los aeropuertos.

Qué tan eficaces sean los planes inmediatos de abastecimiento de equipos médicos y qué tan oportuno sea el levantamiento gradual y controlado del confinamiento, para reactivar la actividad económica en el mundo, cuando existe el riesgo de una segunda ola de contagios, va a depender del papel responsable y el liderazgo que ejerzan tanto los científicos como los políticos, cuyas decisiones no quedarán circunscritas a las fronteras nacionales.

@JAlvarezFuentes

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Escrito en: Editorial Jorge Álvarez Fuentes

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