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COVID-19, la pandemia que limpió los cielos

Resta ver si la crisis representará una oportunidad aprovechada

Las medidas de confinamiento implementadas por los países de la Unión Europea (UE) resultan en una caída de las emisiones contaminantes equivalente a 388.8 millones de toneladas. (EFE)

Las medidas de confinamiento implementadas por los países de la Unión Europea (UE) resultan en una caída de las emisiones contaminantes equivalente a 388.8 millones de toneladas. (EFE)

AGENCIAS

En estos días de restricciones por el estado de alarma, entre los vecinos se escucha decir con regularidad que nunca antes habían visto un cielo tan limpio. La primera pandemia por coronavirus ha influido en todo lo que rodea a la humanidad, incluyendo el medio ambiente. Las medidas de confinamiento para combatir el Covid-19 han dejado fuera de circulación a millones de vehículos privados y provocado una caída drástica de la actividad industrial, teniendo como resultado una disminución temporal de las emisiones contaminantes y, por tanto, una mejora de la calidad del aire.

China fue el primero en cerrar masivamente sus fábricas y despejar sus autopistas, luego Italia (9 de marzo), después España (15 de marzo), Francia (17 de marzo), Bélgica (18 de marzo), Reino Unido (24 de marzo) y así, en efecto dominó, se fueron sumando más países, víctimas del brote. Tan sólo el gigante asiático, el mayor contaminante del planeta, redujo sus emisiones de dióxido de carbono en aproximadamente 18%, equivalente a 250 millones de toneladas, entre el 3 de febrero y el 21 de marzo, de acuerdo con Lauri Myllyvirta, analista del Centre for Research on Energy and Clean Air. El uso de la energía de carbón, una de las mayores amenazas al clima, habría disminuido en más de un tercio en febrero.

Marcus Ferdinand, analista para Europa del Independent Commodity Intelligence Services, prevé que las medidas de confinamiento implementadas por los países de la Unión Europea (UE) resulten en una caída de las emisiones contaminantes equivalente a 388.8 millones de toneladas, menos 24.4% en comparación a la fase precoronavirus, en tanto que la Agencia Internacional de Energía (AIE), en su revisión para 2020, proyecta una caída "histórica" de 8% en las emisiones de CO2 debido a la crisis de COVID-19.

"Tal reducción sería la mayor, seis veces más que la reducción récord por la crisis financiera en 2009 y el doble del total combinado de todas las reducciones anteriores desde el final de la Segunda Guerra Mundial", indica la agencia con sede en París. Estados Unidos experimentará los mayores descensos absolutos, alrededor de 600 millones de toneladas, seguido por China y la Unión Europea.

LA OTRA CARA DE LA MONEDA

Pero la "medalla por el clima" que se ganaron los conductores quedándose en casa y los pilotos dejando aparcados sus aviones tiene dos caras. La crisis sanitaria acortó el tiempo que le resta a la comunidad internacional para actuar contra el calentamiento global y evitar el temible punto de no retorno. El plan de la Comisión Europea era avanzar sustancialmente en el primer semestre del año en su famoso Pacto Verde, con el cual pretende marcarle al resto del mundo el camino a seguir en la lucha contra el calentamiento global, fijando el ambicioso objetivo de alcanzar una Europa climáticamente neutral en 2050; sin embargo, debido a la parálisis institucional provocada por la pandemia, hasta el momento sigue siendo una mera estrategia.

Lo mismo ocurre a nivel local. Por ejemplo las 30 regiones en las que se dividió Holanda para cumplir con sus metas climáticas deberían presentar sus compromisos el próximo 1 de junio, pero a causa de la emergencia por coronavirus el plazo fue extendido al menos cuatro meses.

También ha quedado postergada la respuesta global. La Cumbre del Clima estaba programada para noviembre en la ciudad escocesa de Glasgow, pero ha sido aplazada hasta 2021. Para muchos especialistas, la COP26 era una de las últimas oportunidades para elevar el grado de ambición del Pacto de París de 2015 y así mantener los termómetros por debajo de los 2 grados con respecto a los niveles preindustriales.

Queda por ver el impacto que tendrá la pandemia en el momentum que vivía el movimiento ambientalista. El entusiasmo estudiantil ha desaparecido de las calles, las organizaciones como Extinction Rebellion han perdido presencia mediática y el mensaje de celebridades como la joven sueca Greta Thunberg sólo llegan a sus seguidores en Twitter. Igualmente permanece en el aire la pregunta sobre si las empresas tendrán todavía recursos para concretizar sus inversiones de modernización climática.

La Organización Internacional del Trabajo estima que las órdenes, prohibiciones, instrucciones o requerimientos de la autoridad para controlar la enfermedad han dejado en situación de riesgo a 436 millones de empresas, que van desde la industria manufacturera hasta el sector inmobiliario.

Una encuesta elaborada por los 6 mil afiliados en la Asociación Holandesa de Energías Renovables (NVDE, por sus siglas en neerlandés) muestra que casi la mitad espera que el coronavirus tenga un efecto negativo en las metas climáticas.

El fin de la pandemia plantea otro misterio: ¿El mundo volverá a su antiguo patrón contaminante o aprovechará el parón para un nuevo inicio? La comunidad internacional dejó escapar una oportunidad similar hace una década. Datos del Tyndall Centre for Climate Change muestran que en la recesión de 2008 las emisiones bajaron 2%, pero tras la crisis crecieron 6% al año.

Organismos como el Fondo Mundial para la Naturaleza sostienen que en esta ocasión los líderes globales no pueden darse el lujo de cometer el mismo error, puesto que el planeta se encuentra en cuidados intensivos por la destrucción desenfrenada de hábitats, bosques y ecosistemas.

Aseveran que los recursos previstos para la reactivación económica no deben suponer el retorno a la situación de siempre, sino un cambio para hacer las economías más verdes, justas y resistentes a crisis futuras. Según Nicolas Stern, presidente del Grantham Research Institute on Climate Change and the Environment, el COVID-19 pone en manifiesto la fragilidad de los sistemas y los peligros que supone ignorar los vínculos entre naturaleza, pandemias y clima.

Al mismo tiempo, ofrece la oportunidad de reconstruir un mundo mejor. "Los paquetes de estímulo deben ser compatibles con el tamaño y la urgencia del desafío, así como tener una dirección clara. Deben estar sujetos al objetivo de cero emisiones netas y a una mayor capacidad de recuperación", dijo el profesor de Economía en el reciente Debate sobre Clima de Petersberg celebrado en formato virtual.

"A medida que las economías pasen del rescate a la recuperación será importante apoyar a las empresas que avanzan y no a las que van hacia atrás"; es decir, los recursos públicos deben ser para las empresas de energía y de transporte que están comprometidas con una transición baja en carbono, no para las empeñadas en mantener el patrón contaminante.

Alerta que de no invertir en innovación y la tecnología necesaria para abortar el desafío medioambiental, habrá "un gran deterioro de la salud y pérdida de vidas a causa de desempleo y pobreza".

REBELIÓN EN BLOQUE EUROPEO

No todos comparten con el modelo para una recuperación verde. Hasta el pasado 20 de abril, 17 de los 27 miembros de la Unión Europea (UE) se habían adherido al escrito, inicialmente redactado por 13 ministros de medioambiente europeos, que pide a Bruselas reconstruir la economía europea desde el Pacto Verde.

Entre los países que no han suscrito la misiva, figuran aquellos que suelen torpedear el alcance de las iniciativas climáticas de la Comisión Europea, como Polonia, República Checa y Hungría. Varsovia, el único socio comunitario que en diciembre pasado se rehusó a comprometerse a alcanzar la neutralidad climática en 2050, incluso ha ido más lejos sugiriendo la suspensión del sistema de comercio de derechos de emisiones (ETS) por la pandemia.

Esta herramienta obliga a 11 mil instalaciones de gran consumo de energía y compañías aéreas a pagar por sus emisiones, y ha demostrado que el ponerle un precio al carbono puede contribuir a una disminución.

“El cuidado del clima debe correr a cargo de Polonia y otros países, y el ETS debe suprimirse a partir del 1 de enero de 2021, o al menos debe excluir a Polonia”, asegura Janusz Kowalski, viceministro de Bienes Nacionales, al precisar que la respuesta a la crisis de salud requerirá que los Gobiernos se hagan de recursos adicionales para ayudar a sus empresas y empresas.

Andrej Babis, premier de la República Checa, ha señalado que la agenda de la UE debe centrarse en combatir el coronavirus y “olvidarse del Pacto Verde”. Praga mantiene su apuesta energética en la fuente nuclear y no en las renovables. Junto con Hungría, Bulgaria y Finlandia, mantiene planes para construir nuevas centrales nucleares.

Entre otras metas, prevé ampliar las capacidades de la central nuclear de Temelín; para el 2040 deberá abastecer 50 % del suministro de electricidad del país, actualmente cubre 30 %.

“Los países miembros son libres de elegir su paquete energético en su camino hacia una Europa climáticamente neutral. La energía nuclear es esencial para que algunos países alcancen ese objetivo”, escribe en redes sociales Jan Huitema, un eurodiputado activo en la promoción de esa fuente de energía.

También ha quedado postergada la respuesta global. La Cumbre del Clima estaba programada para noviembre en la ciudad escocesa de Glasgow, pero ha sido aplazada hasta 2021. (EFE)
También ha quedado postergada la respuesta global. La Cumbre del Clima estaba programada para noviembre en la ciudad escocesa de Glasgow, pero ha sido aplazada hasta 2021. (EFE)
El planeta se encuentra en cuidados intensivos por la destrucción desenfrenada de hábitats, bosques y ecosistemas. (EFE)
El planeta se encuentra en cuidados intensivos por la destrucción desenfrenada de hábitats, bosques y ecosistemas. (EFE)
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