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LAS SUPERPODEROSAS CRISTIANAS

ARTURO MACÍAS PEDROZA

Se llama Arandai; es hija de una familia mexicana, con todas las virtudes que distinguen alas familias mexicanas. Su formación humana y religiosa la han llevado a un verdadero interés por los demás y se ha preparado para ello. Consciente de que la política es la mejor manera de amar y servir a los demás ya que no sólo ayuda a solucionar problemas, sino que con ella se pueden quitar las causas que los provocan y crear las condiciones para que no se vuelvan a repetir.

Activa, alegre y servicial, muchas veces ha sido víctima de un sistema que explota sus cualidades, si dejarla influir en las áreas de decisión ni en los espacios de poder. A fuerza de decepciones y después de muchas promesas incumplidas, ha aprendido a ser paciente, pero a la vez se siente impotente ante un sistema machista y cerrado, carente de oportunidades y controlado por unos cuantos. No niega que a veces ha querido ceder a acciones en contra de sus principios, pero es demasiado buena para poder hacerlo y prefiere hacer lo que se pueda.

Sin embargo, ante la coyuntura actual que está viviendo el país, está convencida que es necesario actuar de forma diversa a como se había actuado hasta ahora; las estructuras en las que ilusamente creía que podrían ser la plataforma de acción, no han estado a la altura del cambio que hay que realizar a nivel mundial, nacional y local.

Ella se sabe "superpoderosa", ya que cuenta con capacitación, estudios y valores que le dan seguridad en sí misma. Pero lo que la hace más valiosa es la fuerza que nace de una experiencia de fe que le da la perseverancia yle despierta iniciativas y creatividad insospechadas.

Pero para ello no es suficiente. Ante el fracaso de instituciones en las que había participado, ha descubierto su religiosidad no sólo como una mística individual, sino como proyecto compartido. Sabe que no es la única; que hay muchas más "chicas superpoderosas" que buscan cambiar el país desde diversos espacios de la acción social.

Las declaraciones antes veladas de la jerarquía católica, se han hecho invitación abierta a la participación desde la fe. Han surgido además diversas figuras femeninas nacionales e internacionales abiertamente católicas que son no solo ejemplo e inspiración, sino factor unificador, catalizador y sinérgico, que a Arandai y a muchas otras les está regresando la esperanza y están haciendo oír su voz sin ambages.

Arandai está lista para compartir estos trabajos y estas utopías. Tal vez sea ella misma la que convoque a la comunión y al despertar de esta fuerza avasalladora que ha descubierto. Hay en México tantas mujeres valiosas que están dispuestas a todo y son capaces de crear, organizar y superar diferencias y divisiones. Su llamada al "empoderamiento" va más allá de un importado feminismo violento y manipulado. Son conscientes del poder que ya tienen y que brota de su experiencia con Cristo y no de una ideología.

En un mundo en que la mujer sigue teniendo discriminaciones enormes, contrastan las actitudes de atención, estima y respeto que siente Arandai de parte del Jesús vivo, del cual siente renovada su presencia con la celebración de esta Pascua de 2021 y se siente invitada junto con otras a acompañarlo, a servirlo, en su ministerio de salvación que continúa realizando en el mundo. No se avergüenza de orar, ni él se avergonzó de hablarle, atento a animarla en su progreso personal y proyecto comunitario. Se siente valorada por Dios que no hace distinción de sexo, de raza o de clase social. El rey de reyes la acepta sin condiciones.

Arandai no se siente cristiana como parte de un grupo, sino por ser discípula, amiga, seguidora de Cristo al que ha encontrado, al que lo sabe vivo y amigo. Como hace dos mil años, Cristo se deja tocar por ella sin importarle la crítica, no tiene miedo de defenderla, no teme ser contaminado, al contrario, la cura, la considera persona humana, la considera digna de ser tomada en cuenta; es decir, su relación con Jesús concretizada desde su misma naturaleza femenina, la marca también con una misión que corresponde a su trato femenino hacia él, y el trato de él hacia ella como mujer.

Este es el fundamento de esta participación particular de las cristianas en la política, como parte del compromiso que cada uno tiene de contribuir al bien común con lo que a cada uno le es propio.

Si no damos a Arandai y a todas las mujeres cristianas la posibilidad de participar desde su fe y con su feminidad en la política nacional, seguirá incompleta la construcción de esta sociedad. Nos harán falta elementos que hoy son necesarios ante el rediseño del país y del mundo. Los elementos provenientes del mensaje cristiano, asimilados desde la mujer creyente, son la solución para sustituir las estructuras caducas de un mundo consumista, egoísta, individualista y depredador, que está destruyendo a nuestra nación y al mundo.

Abramos paso a las mujeres cristianas con sus poderes trascendentes que le vienen de la fe en el Cristo vivo.

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