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CLAUDIO PENSO

¿Por qué tanta furia hacia usted mismo?- le preguntó un amigo a Nietzsche

-Todos tenemos perros salvajes ladrando en el sótano...Fue la respuesta.

Se sentía atormentado y solo, padecía terribles migrañas.

Reflexionó que le parecía extraño, pero en el mismo momento en que por primera vez en su vida, podía revelar su soledad en toda su profundidad, en toda su desesperación, en ese preciso momento la soledad se había esfumado.

Solamente en la ciudad de Buenos Aires el último censo registró 350.000 hogares unipersonales. Representan el 30% de la población.

En EE.UU hay 31 millones de hogares compuestos por una única persona.

En una información publicada por el diario The Guardian, según la organización Euromonitor International, el número de personas que viven solas a nivel mundial pasó de 153 millones en 1996 a 277 millones en 2011.

En los países nórdicos la tendencia también va en aumento. Suecia es el país del mundo con más personas que viven en soledad (47%), mientras en Noruega el porcentaje es de 40%.

Alguien podrá afirmar con propiedad que vivir solo no significa necesariamente sentirse solo.

De hecho, seguramente muchos de los que viven acompañados, si pudieran expresarse en un espacio de intimidad similar al de Nietzsche, afirmarían consternados que se sienten solos estando acompañados.

Lo cierto es que las personas que viven solitarias o acompañadas y que se sienten solas, invierten cada vez más horas en su trabajo, profesión o empresa.

El tiempo laboral se solapa con el personal. Se han mimetizado.

La tecnología online ha arrollado los espacios de intimidad compartida. Las baterías para sostener y construir vínculos están al borde del agotamiento.

¿Cuál es la consecuencia?

Cada vez más personas se sienten solas. La angustia aumentó. Las relaciones virtuales no cubren el vacío.

¿Son las empresas ámbitos apropiados para compartir la soledad?

No.

Hace poco, un mozo de un pub londinense comentaba: El after office es una tradición. Todos comparten un trago. Pero nadie conoce dónde vive el otro. Luego de aturdirse, cada uno regresa a su cueva, a su soledad.

Quizá las empresas funcionan como los pubs londinenses, solo que durante más tiempo.

Una paradoja. La soledad sólo existe en soledad. Cuando se comparte se evapora.

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