Un resultado criminal
Una vez más ha quedado claro que el manejo de la pandemia de covid-19 por el gobierno mexicano, y en particular por el doctor Hugo López-Gatell, quien como subsecretario de prevención y promoción de la salud tomó la responsabilidad principal que debió haber correspondido al secretario de salud Jorge Alcocer, fue no solamente negligente sino criminal.
Sabemos que la mala situación del sector salud, la demografía y las condiciones preexistentes de salud de los mexicanos, como la prevalencia de diabetes y obesidad, hicieron que la mortalidad por covid-19 fuera en México más importante que en otros países del mundo. Sin embargo, según la Comisión Independiente de Investigación sobre la Pandemia de Covid-19 en México, formada por 17 especialistas, entre ellos el doctor Jaime Sepúlveda, director ejecutivo del Instituto de Ciencias de la Salud de la Universidad de California en San Francisco, el mal manejo de la pandemia por el gobierno resultó en más de 200 mil muertes prevenibles. Este es un saldo inaceptablemente alto, un resultado criminal.
Muchas de las medidas que tomó el subsecretario López-Gatell costaron vidas. El gobierno mexicano minimizó la gravedad de la pandemia y utilizó datos de manera incorrecta y engañosa. Actuó sin prestar atención a los criterios científicos y recomendaciones internacionales. Privilegió factores políticos antes que las necesidades de salud de la población.
Los problemas empezaron casi desde el primer momento. El gobierno buscó restar importancia a la pandemia y a sus posibles consecuencias. El presidente Andrés Manuel López Obrador recomendaba a la población que se diera abrazos cuando ya los especialistas internacionales advertían de la importancia de la distancia para evitar posibilidades de contagio. La Organización Mundial de la Salud recomendaba el uso de mascarillas protectoras y la realización de pruebas constantes de detección del virus, pero el subsecretario López-Gatell cuestionaba la utilidad de las mascarillas y de las pruebas.
El subsecretario rechazó que las mascarillas o cubrebocas fueran útiles para evitar contagios incluso después de la publicación de un estudio en mayo de 2020 de Renyi Zhang, de la Universidad de Texas A&M, y de varios colaboradores, entre ellos el ganador del Premio Nobel de química, el mexicano Mario Molina, que comprobaron que la ruta dominante de transmisión era el aire a través de aerosoles y que la mejor forma de prevenir la difusión era el uso de mascarillas. El subsecretario no se enteró de este estudio o decidió desechar sus concusiones por un dogma político. López-Gatell, por otra parte, se negó a aplicar pruebas suficientes de detección del coronavirus por supuestas razones de austeridad: para qué desperdiciar recursos en pruebas, cuando lo importante era ofrecer tratamientos. La falta de pruebas, sin embargo, hizo que se multiplicaran los contagios y las muertes.
En varias ocasiones el presidente López Obrador afirmó que México no sólo había tenido un buen desempeño en el combate contra la pandemia, sino que era un ejemplo para el mundo. Este informe ratifica que, si acaso, nuestro país fue un ejemplo de cómo no se debe manejar una crisis de salud.
La Comisión Independiente señala: “La gobernanza y gestión de la crisis estuvo caracterizada por un proceso fallido de toma de decisiones, que incluyó la personalización excesiva, la persistencia en el error, así como el rechazo a la deliberación y a la evidencia científica”. Los problemas tradicionales del precario sistema de salud de México ayudaron a intensificar la tragedia, pero “se estima que por lo menos 224 mil 244 vidas se hubieran salvado de haber existido un manejo diferente de la pandemia”.
