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SIGLOS DE HISTORIA

Exploración y conquista de los territorios septentrionales 1531-1562 (Quinta Parte)

Mapa 1588. AGI. Biblioteca de la Real Academia de la Historia de Madrid.

Mapa 1588. AGI. Biblioteca de la Real Academia de la Historia de Madrid.

DR. MIGUEL VALLEBUENO

Al gobernador Rodrigo de Vivero, conde del Valle de Orizaba y pariente cercano del virrey Luis de Velasco, (1599-1603) le tocó enfrentar el levantamiento de los acaxes serranos. Durante ese tiempo se llevó a cabo la visita pastoral del obispo de Guadalajara, Alonso de la Mota y Escobar. Producto de las visitas a su diócesis fue el libro que el obispo Alonso de la Mota escribió y dedicó al presidente del Consejo de Indias en 1605. Presenta una interesante visión panorámica del septentrión novohispano cercano a las descripciones geográficas que se habían levantado en el siglo anterior por órdenes reales. En esta obra el prelado indicó las características del disperso poblamiento del norte, lo que motivaba que los habitantes de los asentamientos se trasladaran de un lugar a otro afanados en las búsqueda de las bonanzas mineras, abandonando lugares ya habitados.

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El inmenso territorio del obispado de Guadalajara comprendía tres ciudades y catorce villas donde radicaban las autoridades civiles y eclesiásticas españolas, así como los principales mercaderes que distribuían los productos llegados de ultramar y del centro del virreinato. Los negros y mulatos, muchos de ellos esclavos, estaban a cargo del servicio doméstico de las casas de los españoles. Con el tiempo se convirtieron en el grupo sociorracial más numeroso en los ámbitos urbanos. La población estaba diseminada también en cuarenta y tres reales de minas que después de varias décadas de explotación empezaba a desmerecer al irse haciendo las vetas más profundas. Los primeros minerales preciosos que sacaron los españoles se beneficiaban por el método romano de fundición, mientras que para los minerales más profundos, pobres o duros se utilizaba el método novohispano de patio por amalgamación con azogue (mercurio) y greta o cendrada (plomo). La agricultura se producía en las estancias de trigo y maíz, ranchos y puestos, lugares donde radicaban los españoles estancieros e indios naboríos. El trigo se cultivaba bajo condiciones de riego, que se convertía en harina mediante molinos hidráulicos. El maíz se sembraba de temporal para sustento de los indios. El ganado europeo se adaptó con gran rapidez a los pastizales norteños, por lo que las estancias de ganados mayores producían grandes cantidades de ganado vacuno, caballar y mular y en menor medida ganados menores. Era posible además advertir la presencia de carboneras para surtir los asentamientos y las minas que utilizaban leña de grandes bosques poblados por encinos y mezquites, así como de salinas necesarias también para el trabajo de las minas. Las ciudades más importantes del obispado de Nueva Galicia estaban trazadas de forma ortogonal en torno a una plaza frente a la que se levantaban la iglesia, Las Casas Reales si eran las cabeceras de los reinos de Nueva Galicia y Nueva Vizcaya y los cabildos o ayuntamientos. La más representativa era Guadalajara, también cabecera de la Audiencia que contaba con unas casas reales de adobe de altos y se estaba construyendo una catedral de sillería y cantería. Contaba con ciento setenta y tres vecinos españoles y el servicio lo prestaban más de quinientos mulatos y negros. La cercana villa de Lagos tenía 15-20 vecinos españoles bastante acomodados, no así los de la villa de Aguascalientes que eran considerados como bastante pobres. La ciudad de Zacatecas era la más poblada del virreinato, después de México y Puebla, con 300 vecinos españoles y 800 esclavos negros y mulatos, así como 1,500 indios mexicanos, otomíes y tarascos en los poblados de los alrededores. Hacia el norte, la villa de San Juan Bautista de Llerena o real de minas de Sombrerete tenía treinta vecinos mineros y mercaderes, aunque las minas estaban demeritadas por haber terminado su primera bonanza. Las minas de San Martín también estaban muy decaídas y solamente tenían 5-6 mineros. Más al norte se ubicaba la villa de Nombre de Dios, que debido a un litigio entre la Nueva Galicia y la Nueva Vizcaya en tiempos de su fundación, contaba con un cabildo dependiente del virrey de Nueva España. Tenía entre 15 y 20 vecinos españoles que vivían en estancias productoras de granos de donde se surtían las minas de Sombrerete y Chalchihuites. Junto a la villa de Nombre de Dios estaba el poblado de San Francisco del Malpaís, administrado por franciscanos, donde vivían cincuenta o sesenta indios de origen mexicano y tarasco, aliados de los españoles en la conquista de estas tierras.

La villa más importante del reino de la Nueva Vizcaya era Durango o Guadiana, capital de la provincia y sede de las Cajas Reales, habitada por cincuenta vecinos españoles y ochenta negros y mulatos sirvientes y esclavos de los primeros. En su jurisdicción se encontraban algunas estancias productoras de trigo que se beneficiaba en el molino de la villa. En los alrededores estaban los poblados misionales de San Juan Bautista de Analco con cincuenta familias, Santa María del Tunal con treinta y San Antonio de Cacaria con diez. Muy cerca de Durango estaban las minas de Avino y Peñol Blanco, de donde se sacaba buena cantidad de metales preciosos. El obispo de la Mota menciona que los caminos del reino de la Nueva Vizcaya eran pocos y angostos. El primero que estaba salía hacia el noreste era el que conducía al real de San Antonio de Cuencamé, recientemente descubierto, por lo que estaban cien españoles en ese lugar para participar del auge. Siguiendo hacia el Noreste estaban las minas de Santiago de Mapimí, por entonces despobladas. Siguiendo por ese rumbo estaba el pueblo de Parras, famoso por la calidad de sus vinos. En los derramaderos del río Nazas que formaban extensas lagunas estaban las salinas de Jome que eran explotadas en pequeña escala.48Después se encontraba la villa de Saltillo, frontera de la Nueva Vizcaya, con 15-20 vecinos españoles que se dedicaban a la agricultura. La capital del vecino reino de Nuevo León era Monterrey, con una población semejante a la de Saltillo.

Al norte de Durango estaba la Hacienda de la Sauceda, de donde se partía hacia el pueblo de San Juan del Río. En este lugar había un convento franciscano y vivían treinta familias de indios. En su jurisdicción estaban algunas estancias productoras de trigo y crianza de ganados. En seguida estaba Coneto, casi despoblado a causa de la baja ley de sus minas. Siguiendo hacia el norte continuaba el valle de Palmitos, (actualmente de Rodeo) donde se criaban muchos ganados. Después se encontraban las minas del Caxco, con sus vetas desmerecidas, aunque en la región había algunas lagunas que producían alguna sal. En mejor posición estaba el real de minas de Indehe, donde había tres ingenios que beneficiaban metales por fundición. Hacia el norte se situaba la villa de Santa Bárbara, donde algunos vecinos se dedicaban a la agricultura y otros al laboreo de minas. En las cercanía se encontraba el valle de San Bartolomé importante por sus cosechas de maíz y trigo. En los confines de la Nueva Vizcaya estaba el real de minas de Todos Santos, donde había cuatro haciendas para beneficiar metales por fundición.

Por el camino que se bifurcaba de la Sauceda hacia el oeste, como se encuentra todavía, se llegaba al pueblo de Capinamaiz (actualmente El Pozole) y de allí a Texamen, Las Bocas y Guatimapé, área entonces con muy poca población. Siguiendo hacia el norte estaban las misiones jesuitas de Santiago Papasquiaro, Santa Catalina de los Tepehuanes y San Ignacio del Zape, donde se congregaban los tepehuanes. Finalmente estaban las minas de Guanaceví, las más ricas de la provincia en ese tiempo. Cerca de la misión de Santa Catalina partía el llamado Camino de Topia, uno de las pocas vías que comunicaba la costa con el altiplano a través de la Sierra Madre. Por ese lugar se accedía a los minerales de la Santa Veracruz de Topia y San Andrés de la Sierra. El obispo indicó que debido a lo fragoso de estas tierras eran un lugar seguro para que se refugiaran ladrones y salteadores que eludían a la justicia real.

En la costa del mar del Sur, como se conocía entonces al Océano Pacífico estaba la provincia de Chiametla, con su cabecera la villa de San Sebastián (Villa Unión). Había 20-30 vecinos españoles que resentían el traslado de las cajas reales a Durango por la baja de producción en las minas de Maloya, Copala y Pánuco. Los vecinos se dedicaban a acaparar pescado, ostras y camarones, así como la sal de la que se proveía la Nueva Vizcaya y la Nueva Galicia. 49

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48 AHED, exp. 126, Casillero 1, Libro donde se asienta la salida de sal de la salinas del Machete y Pozo Hediondo, cercanas a Mapimí, 1596. Probablemente estas salinas sean las Salinas del Rey, actualmente cerca de Torreón, Coahuila.

49AGI, Guadalajara 28, r. 5, n.25, Cartas de gobernadores, Relación de salinas de mar y lagunas, 1603.

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