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Rumbo al Centenario de la Toma de La Laguna

SIGLOS DE HISTORIA

Revolucionarios esperando órdenes para entrar en acción.

Revolucionarios esperando órdenes para entrar en acción.

Manuel Ramírez López, Cronista Oficial de Gómez Palacio

(Cuarta parte)

Gómez Palacio está a la vista, el enemigo ha reconcentrado sus avanzadas y ha destruido la vía férrea desde la estación Noé, unos 20 kilómetros al norte de la población, obligando que los trenes del cuartel general, brigada sanitaria y provisiones se detengan en ese punto. Casi al caer la tarde de ese 22 de marzo de 1914 se observa a la fuerza federal que se parapeta en los fortines preparados al efecto.

El plan de ataque de los villistas es sencillo, deben hacer alto a 4 kilómetros de la ciudad, desmontar y encadenar la caballería, y cuando entre en acción la artillería bombardeando las posiciones enemigas, la vanguardia avanzará en línea de tiradores protegida por los cañones, pero como la marcha se retardó y la artillería federal abrió fuego con anterioridad desde un lugar oculto, las fuerzas revolucionarias no esperaron, con gran intensidad dieron un asalto formidable y llegaron a los suburbios de Gómez Palacio en medio de un nutrido fuego de cañones, con ventaja para los defensores, por las buenas posiciones que tenían y sus disparos muy bien encuadrados, provocando que en el primer ataque se causaran numerosas bajas a los elementos constitucionalistas. Toda la noche se combate con fiereza dentro de la ciudad.

Al día siguiente, 23 de marzo, a las 6 de la mañana, finalmente queda emplazada la artillería de grueso calibre al mando de los coroneles Servín y Santibáñez, en la falda del cerro de San Ignacio. Por su parte, el general Felipe Ángeles ubica una batería al lado izquierdo de la vía del Ferrocarril, a media distancia del Vergel y de la población atacada, con bastante acierto en sus disparos. Los soldados federales estaban perfectamente atrincherados en el cerro de La Pila, la Casa Redonda, La Jabonera; en las casas del rumbo norte, situadas en las afueras y en las fortificaciones construidas al propósito. Una hora después, el general Maclovio Herrera se dirige a atacar Ciudad Lerdo, encadenando su caballería cerca del cerro de San Ignacio. A las ocho de la mañana, la artillería mandada por el coronel Santibáñez bombardea el cerro de Trincheras y parte de la ciudad de Gómez Palacio. Mientras tanto, el general Villa, acompañado de su escolta, da sostén a los cañones. Poco después, el general Herrera ordena hacer fuego sobre Ciudad Lerdo, pero al darse cuenta el general Villa que el enemigo trata de flanquear al general Herrera, haciendo peligrar la artillería, da una violenta carga de caballería, seguido de su escolta. Tan grande y potente es el empuje de los soldados que siguen a su jefe contagiados de su valentía y desafiando el grave peligro, que acometen furiosamente haciendo huir a sus adversarios que se dispersan en el más completo desorden, permitiendo que el general Herrera continúe rumbo a Lerdo para tomar posiciones propicias para el próximo combate nocturno.

Al caer la noche, se da la orden de levantar las vías entre Jameson y San Pedro, y tratar de continuar haciéndolo hasta estación Hipólito, comisión conferida a las fuerzas del coronel Toribio V. de los Santos, quien además deberá ocupar la plaza de San Pedro de las Colonias. El general Benavides y sus tropas deberán auxiliar a los contingentes. A las 21:00 horas, las tropas del general Maclovio Herrera asaltan y toman la plaza de Lerdo.

El día 24 de marzo, a las ocho de la mañana, se incorporan los 4,000 hombres del general Aguirre Benavides y también su artillería. El general Herrera rinde parte de las operaciones de la noche anterior, procediendo su gente a ser pertrechada. Deberá operar en el próximo combate en combinación con las brigadas Morelos y Villa, en el ala derecha. Mientras tanto, los generales Calixto Contreras y Severino Ceniceros reciben orden de mover a su gente de Pedriceña hacia Avilés (hoy Ciudad Juárez, Dgo.); el general J. Isabel Robles quien se encontraba en Durango, moviliza a su gente de Picardías a La Perla, su brigada deberá levantar la vía entre Torreón y Parras, Coah., y el general Mariano Arrieta, habrá de trasladarse de Santiago Papasquiaro al cuartel general revolucionario, cercano a Gómez Palacio.

La mañana del día 25 de marzo, se realizan los preparativos para el asalto definitivo que se realizaría esa noche. Las fuerzas salen a las 15:00 horas en formación de combate y poco más tarde empieza el duelo de cañonazos. A las 17:00 horas arriba el general Tomás Urbina con 160 hombres; poco más tarde el general Severino Ceniceros llega con una escolta de 200 hombres, avisando que el general Calixto Contreras entrará por Ciudad Lerdo. Entre las 8:30 y 9 de la noche, 500 hombres de la brigada Benito Juárez del general Herrera, 1,000 hombres de la brigada Villa del general José E. Rodríguez y 1,000 hombres de la brigada Morelos, del general Tomás Urbina se desplazaron en línea de combate a través de la llanura, acercándose al enemigo que estaba fortificado en la cresta del cerro de La Pila y desde allí los abatía con fuego terrible, decidido a retener sus tremendos fortines.

Imponentes y aterradoras eran las consecuencias del asalto para los villistas. Apenas se había iniciado el combate y el ruido de la fusilería, los gruesos cañones, las terribles bombas de dinamita y el fuego de las mortíferas ametralladoras, podía equipararse al de un torrente furioso que se despeñaba entre las rocas. Ni un solo momento, mientras duró el asalto, pudo el cerro quedar en tinieblas, pues en todo momento era iluminado por los fogonazos de las armas de los combatientes estoicos y bravíos. Los asaltantes, cruzando la llanura y luego en la falda del cerro, sufrieron grandes pérdidas pero lucharon con gran ímpetu hasta alcanzar las alturas, enfrentándose a soldados federales bien preparados que hacían una defensa sólida y desesperada y que se batían con denuedo defendiendo sus posiciones y vendiendo muy caras sus vidas, perdiendo, sin embargo, dos fortificaciones que significaban un grave descalabro.

El cerro de La Pila es una pequeña elevación rocosa de casi un kilómetro de extensión y 30 grados de inclinación, que estaba perfecta y ventajosamente defendida por más de 500 federales pertrechados con 4 cañones y 8 ametralladoras, sostenido por el fuerte de Santa Rosa y las baterías de Gómez Palacio. Esa noche trágica sucumbieron parcialmente, vencidos por los revolucionarios y la confrontación fue, a criterio de los más acreditados conocedores de las grandes batallas militares, la más grande de las acciones de guerra que registra la historia bélica iniciada en 1910.

Ese día, 26 de marzo, la federación sabía que si los constitucionalistas lograban apoderarse de los tres fortines restantes del cerro de La Pila, aniquilarían a sus fuerzas que se hallan dentro de la ciudad, por lo que a las 9 de la mañana emprenden un vigoroso contrataque sobre las fortificaciones vencidas la noche anterior y las recuperan después de haber perdido muchos hombres. Las dantescas escenas de la jornada anterior se repiten a la vista de todos. Los recientes vencedores se ven obligados a abandonar las posiciones conquistadas en vista de la superioridad numérica del enemigo y por el riesgo de un flanqueo que podría serles fatal. Antes de eso, el general en jefe, creyendo que sus fuerzas conservan en su poder la mitad del cerro, ordena el avance de la brigada Contreras, que estaba de reserva pero ésta llega tarde y después de una fuerte pelea sus gentes abandonan el cerro logrando como única ganancia, el apoderarse de dos ametralladoras y un fusil Raxer.

Así terminó esta acción de armas, notable por la bizarría y denuedo con que combatieron ambos bandos. Al mismo tiempo, las fuerzas villistas del centro y del ala izquierda suspenden sus fuegos, pero conservan las posiciones quitadas al enemigo. Llega al campamento el general J. Isabel Robles con su estado mayor y una pequeña escolta, y después cerca de 1,500 soldados, luego arriba el general Calixto Contreras al poblado de Avilés (hoy Ciudad Juárez, Dgo.), con cerca de 2,000 hombres, a los que se municiona a fin de que estén listos para el combate que se prepara para la noche. Hay una relativa tranquilidad, pero a las 16:00 horas parece que los federales los van a atacar, pues hacen avanzar su caballería hasta una distancia como de ochocientos metros.

El general Villa dispone que no se dispare hasta ver el objeto de ese movimiento, y observa con sorpresa que la caballería regresa al centro de la ciudad. El fuego ha cesado por completo y no se nota movimiento alguno en el cerro de La Pila y todo esto causa extrañeza. El jefe de la División del Norte, en junta de generales, ordena que esta noche se dé el ataque decisivo para apoderarse de todas las posiciones y tomar la ciudad. Se corren las órdenes respectivas y temprano se comienza el avance. La brigada Ortega inicia el movimiento. El general Villa seguido de su estado mayor y de su escolta avanza resueltamente hacia la Casa Redonda y se efectúan dos descargas sobre las posiciones enemigas sin tener respuesta. Se ordena una exploración dentro de la ciudad y se tiene conocimiento que los federales han evacuado la plaza sin siquiera dar sepultura a sus compañeros. Por todas partes hay cadáveres y animales muertos, y cientos de cuerpos de soldados en el cerro de La Pila, por lo que se procede a incinerarlos para evitar una epidemia y se ordena dar aviso de este importante triunfo de la legalidad. El cuartel general de la División del Nazas ha caído en poder de los constitucionalistas. La parte duranguense de La Laguna, que sufrió en carne propia todas las vicisitudes de la guerra, había aportado su enorme cuota de sangre y sacrificio para el triunfo de la causa constitucionalista. Faltaba la conquista de la parte lagunera de Coahuila, para consumar el histórico triunfo de las armas al servicio de la legalidad. Finalmente, el enemigo se reconcentra en Torreón. Continuará…

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El Gral. Felipe Ángeles en Gómez Palacio, esperando entrar a Torreón.
El Gral. Felipe Ángeles en Gómez Palacio, esperando entrar a Torreón.

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